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Santiago Martín

Adiós a los Acuerdos

Me preocupa ver la alegría con que tantos católicos han acogido el descabalgamiento del PP del Gobierno de la Nación

Santiago Martín

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Ni el Partido Popular ha estado a la altura de lo que se esperaba de él, ni lo ha estado Rajoy. Es posible que el triunfo de la moción de censura se lo hayan merecido. Dicho esto, me preocupa ver la alegría con que tantos católicos han acogido el descabalgamiento del PP del Gobierno de la Nación. Si Pedro Sánchez cumple lo que había prometido, debemos olvidarnos de los Acuerdos Iglesia-Estado, que, a pesar de los pesares, han sido un buen marco de entendimiento entre ambas instituciones. Por supuesto, desaparecerá la asignación tributaria (sufrirán las consecuencias sobre todo las diócesis rurales, pobres y despobladas), pero también la exención del IBI (de momento para determinadas propiedades, pero según algunas voces incluso para los templos, lo que abocaría a la Iglesia a un cierre masivo de lugares de culto). Habrá que decir adiós a las clases de religión y, con toda seguridad, se obligará a impartir un nuevo de tipo de «Educación para la ciudadanía», aún más radical que el anterior. No se trata únicamente, por lo tanto, de una cuestión de dinero. Con la desaparición de los Acuerdos, la Iglesia va a recibir un golpe tremendo, que le viene en un momento de gran debilidad (sólo uno de cada ocho niños se bautiza hoy en España). Por eso, y aunque veo una gran alegría entre muchos católicos por lo sucedido, no consigo alegrarme por ello. Quizá algunos de los que ríen terminen por añorar a Rajoy.

Eso no significa que no vea aspectos positivos en el futuro incierto que nos espera. La amistad de algunos eclesiásticos insignes con Podemos probablemente se enfriará, al ver lo que nos cae encima y siempre y cuando sean sinceros en su amor a la Iglesia (como ha pasado, por ejemplo, en Venezuela). La pobreza nos hará ser más austeros y no derrochar tanto en cosas que apenas producen resultados evangelizadores. La persecución nos purificará y nos unirá (como también ha ocurrido en Venezuela). Estoy seguro de que saldremos fortalecidos de la prueba, pero no siento ninguna alegría al saber que vienen tiempos muy duros -como no creo que la sintieran los primeros cristianos, que hubieran preferido no ser comida de leones-, aunque esté convencido de que al final terminaremos por vencer, como siempre.

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