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El español que salió del corredor de la muerte de EE.UU.: «He vivido tres vidas»

Joaquín José Martínez es hoy un padre de familia numerosa que reside en Valencia y sigue luchando contra la pena capital. «Soy el mejor ejemplo de que peticiones como la del Papa son de gran ayuda», dice

El español que salió del corredor de la muerte de EE.UU.: «He vivido tres vidas» foto cedida por joaquín josé martínez

mónica arrizabalaga

Ha pasado mucho tiempo. « El 6 de junio, 14 años », recuerda Joaquín José Martínez . Aquel miércoles de 2001 este español acusado de un doble crimen en Estados Unidos era declarado «no culpable» por un jurado en Florida y recobraba su libertad tras pasar cinco años sin ver las estrellas, tres de ellos en el corredor de la muerte .

«A día de hoy sigo dando las gracias por todo el apoyo que recibí», dice al otro lado del teléfono desde Valencia, donde reside junto a Jessica, su actual pareja. Acaba de dejar a sus gemelos de dos años en la guardería y a otro en el autobús y aprovecha un momento de calma para atender a ABC. «Me ha impactado mucho ver cómo una figura tan importante a nivel internacional como el Papa continúa involucrándose contra la pena de muerte », señala en referencia a las palabras del Pontífice ayer en el Congreso de Estados Unidos . Juan Pablo II intercedió por él en una carta que «fue de gran ayuda» porque «tuvo mucha repercusión», recuerda. « Soy el mejor ejemplo de que peticiones como éstas sí que importan ».

Desde que salió de prisión, Martínez ha viajado por todo el mundo defendiendo la abolición de la pena de muerte . « Mi mayor alegría sería ver a Pablo Ibar salir del corredor . Si yo al tercer año me estaba volviendo loco, no sé cómo debe estar ese chico», se lamenta recordando al español que lleva ya quince años en esta situación, acusado de cometer un triple asesinato en 1994. «Estoy seguro de que tarde o temprano volverá a casa», afirma, pero admite que «conociendo el sistema, es difícil».

Recuerda también a tantos compañeros de prisión que en estos años han sido ejecutados, a sus seres queridos y le duele pensar que «quizá con un poquito más de apoyo, seguirían vivos» . Él mismo estaba a favor de la pena capital antes de su detención. «Me crié en una sociedad que creía en la pena de muerte, que no cuestionaba la justicia que se aplicaba en el país. Si hubiese estado en el jurado que me condenó, yo también me habría condenado», se justifica.

La situación ha cambiado mucho en los últimos años, a su juicio. «Si me preguntas si se sigue habiendo inocentes en el corredor de la muerte, te diría que sí pero que hoy es un porcentaje mínimo a cuando entré yo, porque antes había menos garantías». Pero para Martínez, no es suficiente. «Me gustaría ver más cambios y que se acabara la pena de muerte cuanto antes ».

A día de hoy sigue dando las gracias por haber escapado del infierno a sus padres, al gobierno, dicersas instituciones, la Casa Real, al Papa Juan Pablo II, organizaciones y buenos abogados y amigos como el actual, Marcos García Montes. «Tengo secuelas , momentos en los que me quedo en blanco y entro en shock. Me ocurre si oigo el sonido de unas cadenas, alguna sirena, cuando escucho los walkie-talkies de los agentes de las aduanas, si parpadean las bombillas de casa ... tampoco quiero olvidar lo que viví allí». A veces, añade, «pienso que estoy soñando y me da miedo despertar y encontrarme de nuevo en el corredor ».

Martínez se siente afortunado porque su familia, sus amigos y su entorno le han ayudado a rehacer su vida, algo que por desgracia no han logrado otros exconvictos. «Ahora estoy en el mejor momento de mi vida, pero me ha costado mucho llegar hasta aquí », asegura. Trabaja como colaborador a nivel informático para varias empresas y ha vuelto a ser padre. «Es algo muy importante para mí », dice. «Tengo siete hijos en total y estoy muy contento».

A las dos chicas mayores, de 21 y 22 años, fruto de su primer matrimonio, va a visitarlas una vez al año a Estados Unidos. También allí, en Miami, vive su madre, que regresó tras la muerte de su padre en 2003 atropellado por una motocicleta. Para ella, que tanto luchó por su libertad, no tiene más que palabras de agradecimiento. «Me ha dado la vida dos veces», señala.

Temores en la aduana

Por verlas reúne fuerzas para volar a Estados Unidos. «Es lo que peor llevo », dice y no solo por las horas que, aún 14 años después, le hacen esperar los agentes en la aduana mientras comprueban los 22 excargos que figuran en su historial. «Lo que más temo es que me nieguen la entrada», asegura.

Las hijas mayores le preguntan alguna vez por la «pesadilla» que vivió. Apenas lo recuerdan. Eran pequeñas y solo fueron en dos o tres ocasiones a verle en el corredor de la muerte. «Ya viven solas en Estados Unidos y aunque allí muchos están a favor de la pena de muerte, ellas tienen su propia opinión en contra. También cuestionan la actuación de su madre. Cuando estoy con ellas intentamos disfrutar, no hablar del pasado, pero aún así es difícil», admite Martínez.

Sloan Millian, su exmujer, «tuvo mucho que ver» en su incriminación, según él mismo reconoce con un tono más dolorido que vengativo. La Policía de Tampa sospechó de Martínez por ella, que estaba furiosa por sus infidelidades. Su testimonio en contra fue decisivo en el juicio contra él en 1996. La acusación se fundamentó en una conversación del entonces matrimonio que fue grabada por la Policía. El fiscal y los agentes dijeron haberle oído confesar a Joaquín José la muerte del supuesto traficante de drogas Douglas Ray Lawson y su novia Sherry McCoy Ward, pero nada quedó grabado. La cinta era inaudible.

Por las «irregularidades» del proceso, el Supremo de Florida ordenó un nuevo juicio en el año 2000, tres años después de que Martínez hubiera sido declarado culpable por el Tribunal de Tampa y condenado a morir en la silla eléctrica. Él nunca accedió a declararse culpable, pese a las recomendaciones de su abogado. En 2001, el jurado de forma unánime llegó a la conclusión de que no había pruebas contra Joaquín José Martínez y éste quedó en libertad.

Sloan «me pidió perdón por todo aquello», relata Martínez, que asegura haber aprendido a perdonar. «No puedo pasarme la vida pensando en lo que me pasó o en lo que me hicieron». Mientras las niñas fueron pequeñas, afirma que mantuvieron «una relación cordial».

Otro hombre

El hombre que salió de la cárcel de Orient Road en 2001 no era el mismo al que detuvieron en 1996. «No me reconozco en la persona que era antes del corredor» , dice recordando su alocada vida anterior.

«Yo era arrogante, no me dejaba ayudar. Mi abogado me dijo un día: "Aquí la Tierra soy yo. Déjame trabajar o vas a perder tu vida". Lo dejé y me fue bien», confiesa este hombre que ahora intenta dedicar todo el tiempo que puede a su familia y sus seres queridos y vive cada día «como si fuera el último».

«He vivido tres vidas» , asegura Martínez, que pasó «de tenerlo todo, a no tener nada en el corredor de la muerte y a salir y tener que empezar de cero». Lo hizo en España y ahora no contempla volver a vivir en Estados Unidos. «Esta es mi casa y no la cambiaría por nada del mundo. Me siento más que nunca español y toda España, desde Cataluña a Andalucía, se ha portado conmigo de una forma inmejorable. Creo que mi caso es un ejemplo de lo que se puede hacer unidos ».

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