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Guerra abierta por la utilización de animales en experimentación científica

Los animalistas reactivan su lucha contra el uso de ratas, monos o perros en los laboratorios, algo que los investigadores creen imprescindible

Guerra abierta por la utilización de animales en experimentación científica abc

josefina g. stegmann

El debate sobre el uso de animales en investigación científica parecía zanjado. Y es que las asociaciones de defensa de los animales y los propios investigadores coinciden en el objetivo final de no utilizar animales en los laboratorios. Sin embargo, mientras no llega ese final feliz, se ha abierto un fuerte enfrentamiento entre quienes defienden la continuidad de estas prácticas y los que piden su paralización inmediata.

«El uso de animales en investigación no es sustituible. ¿Cómo se puede reproducir, por ejemplo, un cerebro en un laboratorio? Las células no se comportan igual, y menos la función del cebrebro, que es la conducta. Si se prescinde de los animales, el avance de la ciencia podría verse comprometido», asegura Juan Lerma, director del Instituto de Neurociencias de Alicante CSIC-UMH.

En el lado opuesto, el cofundador de Igualdad Animal, Javier Moreno, opina: «La experimentación es injusta y causa la muerte de 11 millones de animales al año solo en Europa. Si la ciudadanía conociera las atrocidades que se están cometiendo tras las paredes de los laboratorios, avanzaríamos rápidamente hacia modelos sin animales».

El debate, que no es nuevo, ha revivido a raíz de una iniciativa de un millón de ciudadanos que han pedido cambiar la actual legislación europea relativa a la protección de los animales utilizados para fines científicos (2010/63/UE), que defiende que la experimentación animal «sigue siendo necesaria». Esta norma ha sido decididamente apoyada por 16 premios Nobel que creen que si se deroga se daría «un importante paso hacia atrás tanto en el bienestar animal como en la investigación europea».

El camino que ha seguido la investigación en animales ha sido descendente en los últimos años. Por ejemplo, en la Unión Europea el número total de animales utilizados para experimentación u otros fines científicos se situó justo por debajo de 11,5 millones en 2011, lo que supone una reducción de más de medio millón de animales respecto a 2008, según el último informe de la Comisión Europea. Al igual que en otros años, los roedores y los conejos representaron el 80% del total. La especie más utilizada fueron los ratones (61% del total), seguidos por las ratas (14%).

En España, se ha seguido una senda similar. En 2013 se utilizado 920.458 animales de los que más de la mitad (663.062) eran ratones, seguidos por las ratas (104.949). «Desde 2009 se ha reducido algo mas del 30% en España el uso de animales en laboratorio», señala Lerma. «En la medida en que aparecieron otros métodos alternativos se adoptaron, por ejemplo, el uso de líneas y cultivos celulares. Sin embargo, para estudiar propiedades fisiológicas es muy dudoso que las células, una vez puestas en cultivos, sigan manteniendo todas las propiedades que tienen en vivo».

Lo mismo cuando se trata de probar nuevos fármacos. «La talidomida (produjo malformaciones en mujeres que lo tomaron contra las náuseas del embarazo) no se probó en animales gestantes y cuando se hizo y se comprobó que tenía el mismo efecto, fue prohibido automáticamente», cuenta Lerma.

Cáncer, párkinson o diabetes

El debate no es nuevo y la experimentación con animales, tampoco. El informe de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) señala que «los avances en los tratamientos para males tan comunes y debilitantes como la diabetes, el cáncer, el SIDA, las enfermedades respiratorias o del corazón así como las neurodegenerativas, como el párkinson, no habrían sido posibles sin el uso de animales para investigación». Por otro lado, Igualdad Animal sostiene que «precisamente el paradigma de la investigación con animales está impidiendo que se avance en la búsqueda de métodos sin animales y el potencial que tendrían vías de investigación con ese enfoque. No hay que olvidar que la experimentación con animales es una gran industria y hay fuertes intereses económicos detrás para mantener el status quo».

«Los animales sufren y sienten dolor y en el momento en el que hay un ser vivo que sufre hay que evitarlo por todos los medios y, sobre todo, habiendo alternativas. Se está avanzando muchísimo en todos los campos y no en investigación biomédica», señala Pedro Pozas, director del Proyecto Gran Simio . Son los primates no humanos lo que han recibido siempre una especial atención puesto que la proximidad genética con los humanos y sus desarrolladas habilidades sociales ha planteado mayores desafíos éticos que en el caso del resto de animales. Es precisamente su mayor similitud con los seres humanos (respecto a otros animales como ratas o gatos) lo que han esgrimido los científicos para justificar su uso, sobre todo en el estudio del cerebro y de la conducta. Y es lo que, a su vez, los animalistas utilizan para pedir mayor protección.

Peligre la vida de los seres humanos

De hecho, la Directiva Europea (2010/63/UE) relativa a la protección de los animales utilizados para fines científicos justifica el uso de primates no humanos para la propia «conservación de la especie de primate no humano utilizada o cuando el trabajo esté relacionado con afecciones que puedan poner en peligro la vida de los seres humanos». Por ejemplo, sigue siendo útil para investigar enfermedades como el VIH o el ébola.

La directiva europea se traspuso en nuestro país en un Real Decreto aprobado en 2013 que «prohíbe expresamente» la experimentación con grandes simios (gorilas, chimpancés, orangutanes y bonobos) y fija normas «especialmente estrictas» para la utilización de animales como perros, gatos y ciertos primates.

La normativa europea apunta a que hay nuevos conocimientos científicos sobre la capacidad de los animales de sentir dolor, por lo que exige elevar la protección para asegurar su bienestar. «Las instalaciones para su alojamiento y las condiciones ambientales han mejorado sustancialmente, así como la propia calidad de los animales, que en la mayoría de los casos cuentan con una exhaustiva monitorización sanitaria y genética. Los altos estándares de calidad hace que se reduzca el número de animales necesarios», explica Javier Guillén, presidente de la Sociedad Española para las Ciencias del Animal de Laboratorio (SECAL) y director para Europa y Latinoamérica de la Asociación Internacional para la Evaluación y Acreditación del Cuidado de Animales de Laboratorio (AAALAC International).

Guillén señala que los animales de laboratorio están criados para ello y «todos los proyectos en que se utilizan son evaluados previamente por un comité ético».

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