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El Papa rechaza toda pena de muerte y advierte que los Estados «pueden matar también por omisión»

Considera la cadena perpetua no revisable como una «pena de muerte encubierta»

El Papa rechaza toda pena de muerte y advierte que los Estados «pueden matar también por omisión» afp

juan vicente boo

En su análisis más elaborado sobre la pena de muerte, que “hoy en día es inadmisible por muy grave que haya sido el delito del condenado”, el Papa Francisco extiende la calificación de pena capital a otros comportamientos del Estado, que “puede matar también por omisión”, y advierte que la cadena perpetua no revisable es una “pena de muerte encubierta”.

El Santo Padre recibió el viernes a la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, cuyos objetivos apoya de modo rotundo, y entregó una carta a su presidente, el español Federico Mayor Zaragoza.

El texto señala que “los Estados pueden matar por acción, cuando aplican la pena de muerte, cuando llevan sus pueblos a la guerra o cuando realizan ejecuciones extrajudiciales”. Pero al mismo tiempo advierte que los Estados “pueden matar también por omisión, cuando no garantizan a sus pueblos el acceso a los medios esenciales para la vida”.

La carta extiende, por tanto, los puntos sobre los que deben examinarse los gobernantes, al tiempo que rechaza toda justificación de la pena capital: “Hoy día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del condenado”. Según el Papa, ese castigo “no hace justicia a las víctimas sino que fomenta la venganza”.

Sin miedo a ofender a los países que la aplican –como Estados Unidos, que visitará en septiembre-, Francisco advierte que “para un Estado de derecho, la pena de muerte representa un fracaso, porque lo obliga a matar en nombre de la justicia. Escribió Dostoievski: ‘Matar a quien mató es castigo incomparablemente mayor que el mismo crimen. El asesinato en virtud de una sentencia es más espantoso que el asesinato que comete un criminal’”.

Refiriéndose a numerosos casos a la vista de todos, el Papa denuncia que “la pena capital es, además, un recurso frecuente al que echan mano algunos regímenes totalitarios y grupos de fanáticos para el exterminio de disidentes políticos, de minorías y de todo sujeto etiquetado como ‘peligroso’ o que pueda ser percibido como una amenaza para su poder”.

En su análisis sistemático, el Santo Padre añade que “la angustia previa al momento de la ejecución y la terrible espera entre la sentencia y la aplicación de la pena es una ‘tortura’ que, en nombre del debido proceso, suele durar muchos años y no pocas veces lleva a la enfermedad y a la locura”.

Su última consideración es que las cadenas perpetuas sin posibilidad de revisión o que, por la edad del condenado, supongan la muerte en la cárcel “pueden ser consideradas penas de muerte encubiertas” que, además, intentan “privar de la esperanza” al condenado.

El Papa Francisco, que visitará este sábado una gigantesca prisión en Nápoles, recuerda que “Jesús se identificó con todos los encarcelados, culpables o no: ‘Estuve preso y me visitaron’”. Jesús logró impedir también la ejecución a pedradas de una mujer adúltera a pesar de que la ley de Moisés ordenaba aplicar ese acto de barbarie, y no sólo a mujeres casadas sino también a las desposadas e incluso a las solteras que tuviesen relaciones con hombres casados, sin entrar en detalles de quien las propiciaba.

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