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El Papa Francisco besa el bastón de Santa Teresa en su Quinto Centenario

Invitó en la audiencia general a «inventar una nueva vejez»

El Papa Francisco besa el bastón de Santa Teresa en su Quinto Centenario efe

juan vicente boo

Al término de la audiencia general del miércoles, el Papa Francisco besó el bastón de caminante de Santa Teresa, que cuatro peregrinos han llevado ya por 28 países de cinco continentes, con motivo del Quinto Centenario del nacimiento de la santa. Medio centenar de peregrinos llegados a su vez de Ávila y Alba de Tormes se sumaron con sus aplausos.

El bastón fue presentado al Santo Padre por cuatro peregrinos que llevan cubierto más de cien mil kilómetros en ese «Camino de Luz» en memoria de Teresa de Ávila : Cristina, Amaya, Pablo y el padre carmelita Antonio Gonzalez, secretario general del Quinto Centenario.

Según el padre Gonzalez: «El Papa nos preguntó si era, efectivamente, el bastón que ella usaba. Le dijimos que sí. Lo tomó en sus manos y lo beso». Estaba prevista una bendición, pero se trata ya de una reliquia extraordinaria, y un beso era lo más apropiado. El «Camino de la Luz» continua su etapa final en Europa, y el bastón llegara a España el próximo 28 de marzo.

En su catequesis, el Papa había abordado el fenómeno del envejecimiento generalizado de los países, con todos los problemas asociados, que no tiene precedentes en la historia. Francisco reconoció que «nuestras sociedades no están preparadas, ni espiritualmente ni moralmente para dar a los ancianos su pleno valor. Este período de la vida es muy diferente, y tenemos un poco que inventárnoslo».

El Santo Padre comentó que «antes no era normal tener tiempo disponible, mientras que ahora sí. Incluso la espiritualidad cristiana ha sido cogida un poco por sorpresa, y es necesario delinear una espiritualidad de las personas ancianas».

En la catequesis de la audiencia general – que dedicaeste año a la familia, de la que son parte importante los abuelos- el Papa comentó el ejemplo de dos ancianos que esperaban en el Templo de Jerusalén el día de la llegada de Jesús, y rompieron en cánticos y alabanzas al reconocerle. En esa línea, Francisco animó a todos los abuelos y ancianos a «convertirnos también nosotros en poetas de la plegaria, haciéndola con palabras nuestras».

Con mucho afecto, el Papa invitó a «mirar a Benedicto XVI, que ha decidido pasar en la oración y la escucha de Dios la última etapa de su vida. ¡Es hermoso esto!».

Pero, sobre todo, retó a los ancianos a transmitir sabiduría a las nuevas generaciones pues «nosotros podemos recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es árida. A los jóvenes temerosos, que se puede vencer la angustia ante el futuro. A los jóvenes demasiado enamorados de sí mismos, que hay más alegría en dar que en recibir».

Al mismo tiempo hizo notar, por contraste «¡Cómo es feo el cinismo de un anciano que ha perdido el sentido del testimonio, que desprecia a los jóvenes y que no transmite una sabiduría de vida!».

Como ejemplo de saber hacer, el Papa se refirió a la carta «que mi abuela me entregó el día de mi ordenación sacerdotal. La llevo siempre conmigo en el breviario. La leo con frecuencia y me hace mucho bien».

El Santo Padre, que estaba un poco acatarrado, se despidió de unos veinte mil fieles manifestando el vivo deseo de «una Iglesia que desafíe a la cultura del desecho con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre jóvenes y ancianos».

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