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La pava de Cazalilla, arrojada otro año desde un campanario entre protestas

La polémica tradición rememora la reconciliación entre dos familias del pueblo tras el enamoramiento de sus descendientes. Está prohibida y multada, pero los vecinos pagan la multa con una recaudación popular

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El municipio de Cazalilla (Jaén) ha asistido un año más al tradicional lanzamiento de una pava viva desde el campanario de la parroquia Santa María de la Magdalena con motivo de la festividad de San Blas, aunque ha habido «más tensión de la normal» en una cita que rechazan asociaciones protectoras de animales y que ha supuesto reiteradas sanciones por parte de la Junta de Andalucía.

Así lo han indicado a Europa Press fuentes presenciales del lanzamiento que reúne no sólo a cazalilleros, sino a otras personas llegadas de poblaciones cercanas como Mengíbar, Espeluy, Villanueva de la Reina o Lahiguera. Según han añadido, ha sido pasadas las 18,00 horas de este martes cuando se arrojó al animal, que consiguió atrapar un joven.

A su alrededor se agolparon numerosos asistentes para felicitarlo, pero después, sin embargo, se han vivido «momentos de tensión» cuando «varias personas, al parecer ecologistas, quisieron quitarle la pava, ante lo que otras intervinieron para evitarlo».

La mayoría de los participantes en esta costumbre niega que se cause sufrimiento al animal y destaca que permanece con quien consigue hacerse con él como símbolo de fortuna. A pesar de ello, diversas protectoras de animales como Asanda o Anpba consideran que se le origina un sufrimiento injustificado y critican que se mantenga a pesar de que «vulnera la legislación vigente en Andalucía sobre protección animal».

Sanción mínima

Lamentan, igualmente, la reincidencia de los hechos y que, ante eso, se imponga la sanción mínima de entre las posibles. Así, por ejemplo, en octubre de 2014, se conoció la sanción de 2.001 euros fijada por la Junta para la persona que lanzó la pava el febrero anterior. Y es que las multas de las últimas ediciones han ido a parar a particulares que la arrojaron, toda vez el Ayuntamiento se desvinculó de la organización. En concreto, las impone por «una infracción administrativa muy grave de la Ley de Protección Animal de Andalucía».

El origen de esta costumbre, según expone en su web el propio Consistorio, aunque está desvinculado de su organización desde hace años, se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando dos familias enfrentadas se reconciliaron al enamorarse el hijo de una con la hija de la otra y ambos se casaron un 3 de febrero. No obstante, también recoge que hay quien ubica esta costumbre en los sorteos populares con los que las cofradías de ánimas recaudaban fondos para sus fines.

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