Hazte premium Hazte premium

Francisco en Tacloban: «Cuando vi la catástrofe decidí venir a estar con ustedes»

Un temporal castiga la misa en Tacloban, epicentro del supertifón «Yolanda»

Francisco en Tacloban: «Cuando vi la catástrofe decidí venir a estar con ustedes» REUTERS

JUAN VICENTE BOO

Fuertes ráfagas de viento y lluvia recibieron al Papa a su llegada a Tacloban , el centro de la zona devastada por el supertifón Yolanda en noviembre del 2013 con un balance de más de seis mil muertos, un millón de casas destruidas y cuatro millones de personas sin hogar. La llegada de una tormenta tropical obligó adelantar la misa y abreviar todo lo posible el acto para evitar nuevos percances.

A pesar de la lluvia, cientos de miles de personas le recibieron con entusiasmo y agradecimiento en la misa celebrada en la explanada del aeropuerto en condiciones de fuerte incomodidad y riesgo. Era como un mar de chubasqueros amarillos casi transparentes por motivos de seguridad. Una protección contra la lluvia que también utilizó Francisco durante la ceremonia.

Los fieles estaban a un metro sobre el nivel del mar en una zona en que el nivel del océano Pacifico subió ocho metros aquel 8 de noviembre del 2013, con vientos de 325 kilómetros por hora en la mayor tormenta de la historia.

El Papa había preparado un hermoso discurso escrito, pero en vista de la situación prefirió no leerlo sino hablar directamente desde el corazón en español, con un sacerdote que iba traduciendo cada frase al inglés.

Francisco les dijo que «si nos reunimos aquí catorce meses después de Yolanda es porque tenemos la seguridad de que no quedaremos defraudados en la fe porque Jesús pasó primero por su Pasión, asumiendo todos nuestros dolores».

El Papa les contó que «cuando vi desde Roma esta catástrofe, sentí que tenía que venir aquí, y decidí hacer el viaje. Quise venir para estar con ustedes. ‘Un poco tarde’, me dirán, pero aquí estoy». La respuesta fue un estruendoso aplauso de agradecimiento.

«Jesús no defrauda»

En tono coloquial, Francisco les repitió que «Jesús es el Señor, Jesús no defrauda. ‘Pero Padre’, me pueden decir ustedes: ‘a mí me defraudó porque perdí mi casa, perdí mi familia, perdí lo que tenía, estoy enfermo....».

El Papa les respondió: «Es verdad es que me decís y yo lo respeto. Pero Jesucristo pasó antes por todas las calamidades que nosotros sufrimos. Jesús es el Señor, y es Señor desde la Cruz. Allí reinó. Por eso él es capaz de entendernos pues se hizo en todo igual a nosotros. Por eso es capaz de acompañarnos en los momentos más difíciles de la vida».

En tono conmovedor reconoció que «tantos de ustedes han perdido todo. Yo no sé qué decirles. Jesús sí sabe qué decirles. Tantos de ustedes han perdido parte de la familia. Solamente guardo silencio y les acompaño con mi corazón en silencio. Tantos de ustedes se han preguntado mirando a Cristo, ¿Por qué Señor? Y a cada uno el Señor responde en el corazón desde su corazón».

Con una mezcla de dolor y humildad, reconoció que «Yo no tengo otras palabras que decirles. Miremos a Cristo. Él es el Señor y él nos comprende porque pasó por todas las pruebas que nos sobrevienen a nosotros. Y junto a él en la Cruz estaba la madre».

En tono familiar añadió que «nosotros somos como los niños que en los momentos de dolor, de pena, en los momentos en que no entendemos nada, en los momentos que queremos revelarnos, sólo podemos estirar la mano, agarrarnos a su falda y decirle ‘mamá’, como un chico cuando tiene miedo dice ‘mamá’. Es quizá la única palabra que puede expresar lo que sentimos en los momentos oscuros».

A continuación les propuso: «Hagamos juntos un momento de silencio. Miremos al Señor en la Cruz, y miremos a nuestra madre, y como el niño agarrémonos a la falda. Con el corazón digámosle ‘madre’. En silencio hagamos esta oración. Cada uno dígale lo que siente… No estamos solos, tenemos una madre, tenemos a Jesús, nuestro hermano mayor. No estamos solos».

Era un momento emocionante en que solo se escuchaba el viento y el golpear de la lluvia. Intentando consolarles, el Papa comentó que «también tenemos muchos hermanos que en este momento de catástrofe vinieron a ayudarnos. Y también nosotros nos sentimos más hermanos, porque nos hemos ayudado unos a otros».

Casi en tono de disculpa, manifestó que «esto es lo único que me sale del corazón. Perdonadme si no tengo otras palabras. Pero tengan la seguridad de que Jesús no defrauda, de que el amor y la ternura de nuestra madre no defrauda. Y agarrados a ella como hijos, con la fuerza que nos da Jesús, nuestro hermano mayor, sigamos adelante. Y como hermanos, caminemos adelante, juntos. Muchas gracias».

En chubasquero y a la carrera

El Papa continúo la misa a gran velocidad, suprimiendo casi todos los cantos, mientras las lluvias y las ráfagas de viento castigaban con fuerza a los fieles. Unos fieles entre los que se encontraba Imeldad Marcos, en silla de ruedas, con un poncho igual que los demás fieles. Ella vivio aquí en su juventud, y era conocida como «la Rosa de Tacloban».

Una vez finalizada la misa, la prioridad de las autoridades fue evacuar la zona cuanto antes para evitar que el encuentro multitudinario, que debería haber sido una fiesta, terminase en nuevos disgustos.

Tras los actos, el Papa se dirigió a la catedral de Palo, la ciudad vecina, para un breve encuentro con sacerdotes y religiosos, adelantado al máximo para permitir que saliese cuanto antes de la isla.

Finalmente abandonó la ciudad filipina de Tacloban cuatro horas antes de lo previsto por la amenaza de la tormenta tropical Mekkhala, que se acerca a la costa este del país con vientos de hasta 130 kilómetros por hora.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación