Ficha de los criterios (acústicos)  de evaluación: aconseja a los críticos gastronómicos incluir esta variable en las informaciones sobre restaurantes
Ficha de los criterios (acústicos) de evaluación: aconseja a los críticos gastronómicos incluir esta variable en las informaciones sobre restaurantes - foto cedida por clave a abc

«Huir del mundanal ruido» y aislarlo en los bares: el «confort acústico» se pone de moda

La asociación Clave denuncia el elevado nivel de decibelios que soportan los clientes de los establecimientos de ocio y promueve medidas como la incorporación de zonas libres de ruido para hacer su ambiente algo más respirable

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Los malos humos se han evaporado de los locales de ocio y los restaurantes. La ley del tabaquismo lo logró. Y no es el mismo proceso, pero desde algunos sectores, como la asociación Clave, que vela por la atención a la deficiencia auditiva, se promueven medidas para erradicar otro mal hábito en este tipo de establecimientos: el ambiente contaminado por el nivel demasiado alto de los decibelios registrados en el interior. Denuncia Carmen Abascal, directora de esta asociación, que el ruido envuelve nuestras vidas todo el tiempo, que nos rodea «hasta el punto de que se ha convertido en una de las plagas de la modernidad». El sonido elevado se asocia convencionalmente a la diversión, pero «cobra fuerza un nuevo concepto, el confort acústico, que destierra viejos tópicos.

Se trata de sentirse bien y cómodo en el lugar donde se disfruta de un café o una comida en familia o con amigos. Sin embargo, en muchos establecimientos, este bienestar no resulta posible debido al exceso de ruido provocado por las máquinas, el trabajo e incluso por los propios clientes», objeta Abascal.

Por ello, desde su organización, cuya entrada en internet está en la dirección www.oiresclave.org, se propone a los dueños de los locales del sector del ocio, hostelería y restauración que adopten e implementen un paquete de medidas que avancen en esa dirección de «ruidos cero» o, al menos, los mínimos y los menos atentatorios contra el bienestar del resto de los clientes. Se aconseja en una especie de formulario que críticos gastronómicos y periodistas especializados incorporen el confort acústico en los términos de evaluación a la hora de escribir sus artículos. De esta forma, respondiendo a ese cuestionario sencillo se podrá determinar si un local que tiene una jugosa estrella Michelin, también cuida de que se degusten sus platos en el mejor de los entornos. Los usuarios sabrán también a qué atenerse cuando consulten la ficha informativa de estos locales, al estilo de «no aptos para mascotas», o «libre de malos ruidos».

Conseguir que la mesa de al lado no chille más que la nuestra y nos contagie el llamado «efecto café» es el propósito de la campaña de la asociación Clave
Conseguir que la mesa de al lado no chille más que la nuestra y nos contagie el llamado «efecto café» es el propósito de la campaña de la asociación Clave

Soluciones pragmáticas para aislar el ruido

De acuerdo con las explicaciones profusas de Carmen Abascal, son variados los orígenes de los ruidos molestos, pero bastaría como norma general con que los establecimientos se afanasen en el acondicionamiento acústico idóneo de sus recintos, incorporando por ejemplo materiales específicos, como paneles absorbentes en techo, materiales porosos y tejidos en la decoración que reducen la reverberación y contribuyen a crear espacios acústicamente confortables.

Desgranan desde la asociación Clave otras soluciones pragmáticas, como un aislamiento que masajee el gran volumen de ruido que penetra desde el exterior en una calle con gran tránsito de vehículos o en los locales que se hallen próximos a un aeropuerto, una estación de bomberos o un hospital, por poner varios ejemplos. «En ocasiones, la contaminación acústica se evita con soluciones tan sencillas como dejar un espacio de separación entre la salida al exterior y la sala o el comedor, colocar doble puerta o cortinas en los ventanales o escaparates», postergan.

Si se midiese el calibre de decibelios que se marca dentro de esos bares y cafeterías, se comprobaría que el medidor está a prueba de roturas de vajilla, de conversaciones en un tono demasiado elevado, los arrastres de sillas y mesas, los choques de las puertas... Todo suma, se acumula como una montaña incesante de ruido y se hace a veces insoportable, hasta el punto de que conversar con la persona que se coloca frente a frente al otro lado de la mesa se antoja casi una odisea.

De acuerdo con las propuestas de esta entidad, esas desagradables tesituras se solventarían con «una actuación responsable del personal acorde con el bienestar de los clientes, con la colocación de protectores en las patas de sillas y mesas y con materiales que absorban el impacto en las superficies de trincheros, cajones, estanterías y otros objetos».

El contagiante «efecto café»

Por último, cabe la supresión o el uso coherente (nunca simultáneo) de aparatos de radio, música, televisión y máquinas diversas que funcionan a la vez y que elevan el nivel de ruido hasta ser «irrespirable». Se pueden rediseñar las infraestructuras con zonas libres de ruidos y también separar bien las mesas, porque el llamado «efecto café» acaba contagiando una conversación a voz alzada con otra charla de más volumen, y así sucesivamente hasta encadenar un aura temiblemente ruidosa.

Resultará algo más molesta para los clientes otra de las iniciativas planteadas por Clave, que radica en que desde la dirección del negocio se les aconseje no elevar el tono y favorecer así que la atmósfera se presente más saludable. En el caso del sonido a veces tremebundo que quiebra la tranquilidad procedente de las cocinas y de los cuartos de baño, esta entidad que trabaja contra el ruido apunta como chanza que se amortigüe ese defecto torpedeando el paso del ruido a los salones, como, verbigracia, con puertas aislantes. La ubicación de estos espacios en el local jugará un papel importante en el control acústico.

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