Penas de cárcel en Reino Unido por distribuir imágenes sexuales de exparejas

En el Parlamento se está tramitando una nueva ley que penará con hasta dos años de cárcel la distribución de ese material sin consentimiento, sea a través de la red o de manera impresa.

Los teléfonos móviles y las redes sociales han disparado la grabación e intercambio de imágenes explícitas. Pero cuando llega la ruptura, pasan a ser un material muy problemático y empieza a ser común que una de las partes quiera hacer daño la otra compartiéndolas con terceros. «El hecho es que hay gente que está distribuyendo cruelmente imágenes de su expareja y queremos que las víctimas sepan que siempre vamos a estar de su lado y que haremos lo que sea para llevarlos ante la Justicia», afirma el ministro de Justicia, Chris Grayling. Al margen del correo electrónico y las fotografías impresas, la nueva norma pondrá también coto a lo que se suba a Facebook y a Twitter y a los mensajes de texto.

María Miller, antigua ministra de Cultura, ha sido la principal lobista para que se tome medidas legales con este tipo de abusos. A su juicio, la nueva ley se queda corta, porque ella pedía hasta 14 años de cárcel, «pero por lo menos es un primer paso en la buena dirección». En círculos políticos y jurídicos no había unanimidad absoluta para endurecer la legislación. Algunos parlamentarios sostenían que las actuales leyes de derecho al honor y a la propia imagen eran suficientes. Sin embargo, al final se ha acometido la reforma, porque los nuevos soportes han desbordado al viejo marco jurídico. Además, se quiere dar un aviso a los más jóvenes , entre los que circulan auténticas aberraciones a través del móvil. La normativa sancionará «todo lo que no es normal ni habitual que se enseñe en público».

En España es conocida la pasividad de la Justicia ante lo que atañe a los abusos contra el honor en internet . En Twitter las agresiones al derecho a la propia honra son constantes, forzando a muchos ciudadanos notorios a retirarse de las redes, pero jueces y fiscales todavía no prestan la suficiente atención al nuevo entorno, que se ha convertido en una segunda vida, o hasta la primera para los ciudadanos que navegan más compulsivamente.