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¿Te miras demasiado al espejo en busca de defectos? Cuidado: podrías sufrir captotrofilia

Esta manía obsesivo compulsiva tiene como orígen la búsqueda de la perfección, y vincula el perfeccionismo, la autoexigencia y la valoración personal. Quien la sufre se mantiene en un constante autocastigo y angustia

¿Te miras demasiado al espejo en busca de defectos? Cuidado: podrías sufrir captotrofilia Annie Leibovitz

m. nieves mira

Al igual que la bruja y malvada madrastra de Blancanieves preguntaba cada día aquello de «espejito, espejito, dime, ¿quién es, de todas las damas de este reino, la más hermosa?» y éste le respondía sin dudar que ella, muchas personas actualmente también viven obsesionadas con el espejo o con cualquier superficie que devuelva su imagen reflejada… incluso con sacarse fotos constantemente. Quienes se acercan a uno, lo hacen para reafirmar su belleza –y entonces se trata de narcisismo– o para poner en duda su aspecto, criticarlo, menospreciar aquello que ven. En este caso, sería consecuencia de la captotrofilia, la obsesión que lleva a quien la sufre a mirarse al espejo constantemente.

«Aunque las dos conductas en exceso pueden llegar a ser perjudiciales, buscar defectos compulsivamente tendría más consecuencias negativas que podrían llegar a generar graves estados de malestar emocional», comenta Gemma Navlani, psicóloga de Apoyo Psicológico y administradora del portal web del mismo nombre.

«No me considero adicta a mirarme al espejo, lo hago porque me sale solo, me gusta, me satisface», comenta N.P. sobre su costumbre de comprobar su aspecto una y otra vez. Esta chica, de 16 años, confiesa: «Cuando me miro al espejo pongo caras, me miro de arriba a abajo. Me fijo en que vaya bien, en mis ojos sobre todo, y me siento bien». Su caso correspondería más a la búsqueda del reflejo como reafirmación. Pero quienes sufren esta obsesión como consecuencia de la captotrofilia pueden llegar a desarrollar diversos problemas.

Enfrentarse al reflejo

«El orígen de esta obsesión por la imagen física es la búsqueda de la perfección. Quienes lo experimentan, suelen ser personas que han basado gran parte de su autoestima en el aspecto físico desde una edad temprana. Buscan el defecto de modo constante, con la idea de mejorar cada parte de su cuerpo. Y se convierte en patología, porque la perfección no existe. Detrás de esto existe un complejo vínculo entre el perfeccionismo, la autoexigencia y la valoración personal, un “no perdonarse el defecto” que mantiene a la persona en constante autocastigo y angustia», señala a ABC.es Laura Palomares, psicóloga y sexóloga de Avance Psicólogos (Madrid) .

M.Á.M., un joven de 16 años, lo considera «una obsesión» aunque piensa que todos lo hacen también. «Con cada mirada me fijo en cómo estoy y en qué puedo mejorar. Me preocupa mucho mi aspecto físico, agradar a los demás», apunta. Además, también se considera adicto a los « selfies », se saca una gran cantidad de fotografías al día. La joven N.P. también confiesa su obsesión con las fotos: «Aunque siempre tengo un espejo a mano, también me saco muchas fotos al día, muchísimas. Me encanta verme reflejada en algo».

La captotrofilia busca con cada mirada la autocrítica, el menosprecio de su aspecto o cualquier rasgo específico de quien no puede reprimir el deseo de comprobar su imagen física, pero, ¿es realmente un problema? «El hecho de mirarse al espejo como tal no es un problema. Éste comienza cuando la rutina se convierte en adicción, una necesidad básica que genera malestar general», aclara Navlani.

En la misma línea, Belén Silván, psicóloga y psicoterapeuta en la Clínica Virgen de las Nieves (en Madrid) , señala que «cuando la conducta limita nuestra vida porque nos vemos obligados a dedicar gran parte de nuestro tiempo a ello y sentimos ansiedad si no la realizamos, se convertiría en una obsesión».

«Estas personas se miran una parte de su cuerpo específica, y cada uno tiene un punto débil y otro fuerte, por lo que se concentra en lo que considera un defecto. Cuando corrige ese “supuesto defecto”, comienza a observar otro nuevo», explica Silván. Sin embargo, hay excepciones: «Me miro para agradarme a mí. Soy feliz como soy, y lo que piense la gente de mí me da absolutamente igual», confiesa N.P., una obsesionada por el espejo que rompe las reglas, sale a la calle sin maquillar y disfruta de la rutina de mirarse en cada superficie que le devuelva su reflejo.

Más común

A pesar de que pueda parecer que son las mujeres las que más padecen este tipo de obsesiones, tal y como avanza Palomares, cualquier persona es vulnerable en mayor o menor medida, aunque son especialmente las que tienen baja autoestima (sobre todo en edades muy tempranas) quienes tienen más posibilidades de sufrirlo. «En la adolescencia es cuando se empieza a forjar la personalidad y el cómo te veas tú y los demás marcará muchas conductas que se presenten en la madurez», señala Navlani. De esta obsesión no se libra nadie: ni hombres ni mujeres.

«Estas personas no piensan que tengan un problema, están convencidas de que tienen un defecto, tratan de esconderlo, se observan constantemente en el espejo y piden ayuda a sus padres, en el caso de los adolescentes, para ser sometidos a una intervención», apunta Silván. La psicóloga, añade también que entonces, la vida se condiciona a esta conducta, y la persona sufre mucho, manifiesta síntomas de ansiedad. Suele estar deprimido y experimentar frecuentes altibajos en el estado de ánimo.

Palomares, en el mismo sentido, destaca que «puede llegar a ser muy limitante, cuando el pensamiento obsesivo es síntoma de ansiedad. La persona, si no encuentra la perfección que busca, aumenta su ansiedad, que no se satisface nunca. En los casos más severos puede llevar a la cirugía estética y a constantes retoques que no cesan». «Lo hago involuntariamente», señala N.P., que añade: «Pienso que todo el mundo también lo debería hacer, y aunque sé que lo mío no tiene nombre, comprendo que soy una obsesionada, eso sí».

La sociedad como espejo

«Veo un espejo y me tengo que mirar, es una “enfermedad” que tengo»Muchas veces la sociedad y los valores que la rigen son la causa de diversos complejos o trastornos. Los medios de comunicación, en particular, tienen el poder de imponer unos modelos sociales que varían según la época y que, en última instancia, dicen a quienes los siguen cómo deben comportarse, qué estética deben seguir, a quién imitar, etc. Es el caso de programas como « Mujeres y hombres y viceversa », donde se pretende transmitir una imagen de la sociedad que muchas veces no se corresponde con el perfil de la juventud que se encuentra en la calle, pero que sirve a muchos adolescentes que están forjando su personalidad para copiar modelos de conducta. Sería el caso de uno de los pretendientes del citado programa, David, que en más de una ocasión ha confesado en plató: «Veo un espejo y me tengo que mirar, es una “enfermedad” que tengo».

«Las personas extremadamente influenciables pueden desear formar parte del modelo actual de belleza que nuestra sociedad tanto fomenta a través de los medios de comunicación», apunta Silván. Palomares señala a la presión social: «En nuestra sociedad, la fama está muy relacionada con la belleza, con la armonía de lo físico». Destaca también la peligrosa sutileza con la que la publicidad, los programas de televisión y personajes públicos imponen ciertos «requisitos», que influyen directamente en quienes los consumen.

Causas «profundas»

Especial precaución hay que tener cuando esta obsesión pueda ser síntoma de otros trastornos más profundos. «La captotrofilia puede repercutir en generar otras obsesiones relacionadas con la imagen, por ejemplo si mi piel es demasiado blanca y la compruebo constantemente puedo desarrollar una tanorexia (obsesión por estar moreno). En otras ocasiones, va asociada a patologías como la anorexia o la bulimia (donde la perfección se asocia a la delgadez extrema) y la vigorexia (comprobar en todo momento que el cuerpo está perfectamente musculado)», tal y como señala la psicóloga Palomares.

Silván lo relaciona con la dismorfofobia, lo que sufre «aquella persona que sobrevalora negativamente o se obsesiona por una parte de su cuerpo, sufriendo mucha angustia por su “fealdad” o “defecto”. Observar ese defecto constantemente es una consecuencia que se manifiesta por la dismorfofobia».

¿Qué podemos hacer?

El tratamiento psicológico requiere, por su parte, disminuir la compulsión de mirarse, desde las técnicas que la psicología cognitivo-conductual proporciona para combatir la ansiedad. «Es necesaria, además, una reestructuración cognitiva que ayude a minimizar los pensamientos obsesivos y a que la persona tome conciencia de que lo que se pide es un imposible y que es sólo la punta del iceberg, el síntoma visible que nos indica que hay una autoestima tocada y que la persona necesita profundizar a nivel emocional para detectar los miedos que, de fondo, le están llevando a esos mecanismos de defensa».

«Hay que profundizar a nivel emocional para detectar los miedos»Sobre ello, Navlani también destaca la importancia de trabajar con la autoestima desde la psicología, pues «puede ser consecuencia de algún tipo de complejo que se haya padecido y que sigue vigente. Habrá que indagar en el por qué comenzó la conducta y en por qué se mantiene en el tiempo. Una vez superada la adicción correctamente, no se tiene por qué recaer de nuevo, pero lo que sí es cierto es que las personas que ya lo han padecido anteriormente tendrán más probabilidades de volver a padecerlo en un futuro. Hay que acudir a un profesional, el cual consiga erradicar la obsesión y que no se vuelva a presentar transcurrido un tiempo».

Para aquellos que han detectado esta conducta en algún conocido, las psicólogas consultadas lanzan una serie de consejos. En primer lugar, si lo sufrimos en primera persona, hay que «tratar de detectar los pensamientos de autoexigencia e ir sustituyéndolos por otros más ajustados a la realidad, conscientes no sólo de nuestros defectos sino también de nuestras virtudes. Si aún así nos notamos demasiado obsesionados, es conveniente acudir a un psicólogo y realizar un tratamiento psicológico». Pero, ¿y si lo observamos en otra persona? Entonces, «es importante elegir el momento para expresarle nuestra preocupación, sin que se sienta juzgado y recomendarle la posibilidad, además de nuestro apoyo, de acudir a un tratamiento psicológico. Hablar de cómo su comportamiento influye en su día a día».

Por su parte, Navlani destaca que, «si la finalidad de mirarse en el espejo se centra en poder mejorar rasgos de su imagen y no supone ningún riesgo (como por ejemplo hacer ejercicio, dieta moderada…), no hay ningún problema en que la persona siga realizando la conducta. Si, por el contrario, este comportamiento genera un malestar emocional, un trastorno o comportamiento compulsivo, sí que sería aconsejable acudir a un profesional».

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