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La «pastilla de la alegría» que enseñó castellano a los finlandeses

El único español que trabaja en la industria farmacéutica más importante de Finlandia ha conseguido trasladar parte de su cultura a 4.000 kilómetros de su país

La «pastilla de la alegría» que enseñó castellano a los finlandeses J.J.C.

Aurora Vasco

«Uno no es de donde nace, sino de donde pace», reza el refrán . Quizá por ello, Juan José Cabre se siente finés en Finlandia y español en España. Lleva ya 25 años fuera del país que le vio nacer –es originario de Mallorca– y ha encontrado en el país nórdico un lugar ideal para continuar con su vida. Allí llegó después de emigrar en búsqueda de un trabajo para su mujer, nativa de Finlandia , a quien conoció en la isla por puro azar. Ahora, un cuarto de siglo después, se ha convertido en divulgador de su idioma sin quererlo.

Juan José Cabre reconoce que cuando llegó a Finlandia «no sabía hablar el idioma». De hecho, recuerda que con su propia esposa tenía que comunicarse en inglés o español. Sin embargo, sus ganas de forjar una nueva vida en su lugar de destino le hicieron llevar siempre a mano un cuaderno y acudir a clases de finlandés. Lo hacía por las tardes, cuando su jornada de trabajo en Orion Pharma había terminado. Esta empresa, que supone la industria farmacéutica más importante de Finlandia, le metió en plantilla como mozo de almacén: sus limitaciones idiomáticas le impedían entender los documentos.

Sin embargo, poco a poco sus esfuerzos por conocer una lengua nueva dieron sus frutos, y en un año aprendió lo suficiente como para poder cambiar de departamento y poder desarrollar la profesión en la que se había formado. «Trabajé en el mantenimiento y calibración-validación de instrumentos y máquinas de producción y laboratorio», recuerda Juan José, que añade: «En el verano de 2009, Orion privatizó el servicio técnico de mantenimiento y me propuso cambiar al departamento de producción de productos intravenosos, donde estoy desde entonces».

Un «profe de español» sin quererlo

El día a día en la empresa le hizo ir conociendo las costumbres de los finlandeses, y se dio cuenta de que, por ejemplo, «en el largo invierno, no suelen hablar ni reír mucho en su trabajo». A la vez, mientras descubría nuevas formas de vida también trabó amistad con sus compañeros, y una de las jefas de sección con las que entabló contacto resultó saber hablar castellano . «Cuando íbamos a comer juntos nos reíamos mucho, era una conversación muy animada, con risas que siempre destacaban en el comedor de la empresa. Poco a poco, la voz corrió [nunca mejor dicho] y los que sabían español o lo estudiaban se unieron a nosotros».

El finlandés tiene trece declinacionesY así fue como Juan José se convirtió en un improvisado profesor de español. «Yo les corregía y ayudaba con el castellano. Ellos me ayudaban con el finlandés», afirma este mallorquín que consiguió fundar un grupo al que llamó Club Hispano. Este equipo informa de las actividades culturales que organizan tanto la Embajada de España como el Club Español de Finlandia .

A pesar de que hoy en día habla un idioma de 13 declinaciones perfectamente, sus inicios no fueron fáciles y guarda un amplio álbum de anécdotas en su particular baúl de los recuerdos. Sonríe cuando cuenta que en una ocasión quiso comentarle a un compañero suyo que había visto a su mujer la tarde anterior. «Ayer vi a tu esposa» se representaría gráficamente de la siguiente manera: «Eilen näin vaimosi». Juan José se equivocó en una sola letra y eliminó la diéresis de la primera "a" de su frase: «Eilen nain vaimosi». Cuando su colega le escuchó no salía de su asombro –y casi de su enfado–, puesto que le había dicho que se había acostado con su mujer. «Se puso rojísimo», ríe.

«A 14 grados bajo cero ya no cojo la bici»

El buen humor de este español ha viajado con él hasta Espoo –la ciudad en la que vive–, un lugar próximo al mar y a unos 9 kilómetros de la farmacéutica donde trabaja. Juan José va a trabajar en bicicleta si el tiempo acompaña: «Si hace bueno pedaleo cerca de la costa porque hay muchos carriles para ello y el paisaje es muy bonito y relajante. Cuando hacen menos de 14 grados bajo cero, cojo el coche», nos sorprende con el límite en el mercurio en que decide no desplazarse en vehículo.

«Ilo pilleri» –nombre con el que se refieren a Juan José en su empresa , y que traducido significa «pastilla de la alegría» porque traslada su carácter mediterráneo allá por donde va– no tiene en mente regresar a vivir a España: «Iré de vacaciones, y quizá cuando me jubile vaya por periodos más largos. Pero mis tres hijos [que hablan a la perfección finés, español, sueco e inglés] tienen sus novias aquí y quiero vivir con ellos. Además, no sé si después de 25 años en Finlandia sabría trabajar en España». Sin embargo, este mallorquín tiene claro que los españoles «tenemos mucho que recibir y mucho que dar al mundo».

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