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El tesoro de Plencia es el vino y está en el fondo del mar

La Ruta BBVA acampa en la costa vizcaína para descubrir que en la bahía donde desemboca la ría de Bilbao se han empezado a conservar caldos que luego son vendidos como artículos de lujo

El tesoro de Plencia es el vino y está en el fondo del mar ÁNGEL COLINA

JUAN ANTONIO PÉREZ

En una terraza frente a la inmensa playa que Plencia comparte con Gorliz, la cuadrilla venida de Durango («de donde son los ricos de Bilbao») toma vinos y se ríe con los chistes que le cuentan a uno de Madrid de uno de Bilbao. Están Mardaras, Albert, Fernando, José Luis y Javier.

- ¿Te sabes el del vasco que va a la barbería?

- No. Cuenta, cuenta.

- Pues resulta que va un vasco a que le afeiten y en esto que le pregunta el barbero: «¿Te pongo espuma?». Y el cliente le responde: «No hombre, no, que soy de Bilbao». Total que el barbero se enoja y al afeitarle le corta en la mejilla. El cliente salta de la silla, pero se aguanta. Le corta una segunda vez y lo mismo. Y cuando el barbero lo hace por tercera vez, el cliente explota y le dice: «Oye que tampoco soy del centro de Bilbao».

Las risas de la cuadrilla llegan a las mesas adyacentes. Plencia es una bonita villa de la costa de Vizcaya. Queda a la derecha del último meandro de la ría bilbaína, que desemboca en su bahía. Dicen los locales que todo el año viven unos 4.400 habitantes, pero que en verano se multiplican hasta los 14.000 ó 15.000. En realidad, resulta complicado saber cuánta gente hay un 16 de julio, pues es mucha la población flotante. La que va y viene de Bilbao en el día, sobre todo desde que el Metro te deja en la playa en menos de lo que dura una siesta, o de otras poblaciones interiores como la de la cuadrilla.

Mardaras es el único que veranea en Plencia. El resto, dicen, ha hecho una escapada «al norte». Con frecuencia, también se acercan a La Rioja, que para la cuadrilla es el sur. Antes de que Mardaras se vaya a ver «Mujeres, Hombres y Viceversa» hablan de fútbol y de él dicen sus amigos que llegó a jugar en el Bilbao Athletic (el filial). «De defensa derecho y era muy duro, sabes», dice uno de ellos al periodista. De aquello tiene que hacer más de 40 años, pues ninguno cumplirá ya los sesenta.

En Plencia, el dinero llega por el turismo de temporada: de junio a septiembre. Mediante actividades relacionadas con el mar, como el surf, el kayak o el submarinismo, se está intentando potenciar para el resto del año, «pero cuesta muchísimo». El pueblo tiene el hándicap de que siempre ha habido muy poco terreno para construir, lo que hace que los pisos sean tan caros como en Bilbao.

La Ruta BBVA ha montado el campamento en el césped contiguo a la playa, a pocos metros del hospital de Gorliz, la línea imaginaria que separa un pueblo de otro. Es salir el sol y enseguida sube la temperatura. Hace calor, sí, aunque no tanto como el que pueden estar sufriendo en Madrid o Toledo. En los inviernos, cuentan, el frío tampoco es comparable al del centro de España. Lo que sí hace es llover mucho.

Desde el campamento resulta imposible saber el punto exacto de la bahía en el que se conservan miles de botellas y barricas de vino. La empresa Crusoe Treasure («El Tesoro de Crusoe») descubrió hace unos años los sorprendentes resultados de conservar este caldo bajo el agua y ahora sus responsables se lo explican a los «ruteros». Es el paso previo a que los jóvenes monten en kayak y vean in situ la bodega marina. Está situada a menos de un kilómetro de la orilla, 15 metros bajo la superficie, y es un arrecife artificial, 500 metros cuadrados de hormigón armado, que protegen el vino. Los caldos pertenecen a diversas denominaciones de origen y tipos de uva.

Los cambios del vino al conservarlo en el agua no se aprecian hasta pasado un año. Cuando las botellas se sacan, el vino tiene una mayor cantidad de oxígeno, volumen y frescor, y una menor presión. También un color más intenso: como verdoso en los blancos y azulado en los tintos. La razón es que en el mar los cambios de temperatura son más lentos y la luz llega filtrada. Desde Crusoe Treasure dicen que falta por comprobar si en otros mares el vino se comportaría igual o es culpa de las particularidades del Cantábrico (con una temperatura de 12º grados en invierno y 20-22º en verano) y de la bahía de Plencia, que tiene fuertes mareas y temporales.

La novedad en la conservación del vino hace que este se venda a precio de lujo: 180 euros el corcho. Rusia, Alemania y China son los destinos principales de las 4.000 botellas a las que se da salida cada año. Aparte, según Crusoe Treasure, que el arrecife artificial está permitiendo recuperar una zona muy castigada por la pesca. En los últimos meses se han encontrado en sus inmediaciones huevos de tiburón, delfines, focas o pequeñas ballenas.

Por la tarde, los «ruteros» disfrutan de la playa y, cuando el sol empieza a dar un respiro, van hasta la iglesia de Santa María Magdalena. En ella reposa la Virgen del Carmen, patrona de los pescadores, que será llevada en hombros hasta el mar y montada en una embarcación para ser paseada en procesión por toda la bahía. Es una tradición que cada 16 de julio realizan cientos de pueblos pesqueros de España.

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