Hazte premium Hazte premium

ruta quetzal bbva

Los taxis de Chivay se paran cuando llega una cuesta

La Ruta BBVA realiza una caminata entre Coporaque y Yanque, en pleno valle del Colca. El objetivo es aclimatarse para lo que se avecina: subir a 5.200 metros y ver el nacimiento del río Amazonas

Los taxis de Chivay se paran cuando llega una cuesta

juan antonio pérez

Los expedicionarios de la Ruta BBVA andan estos días de pretemporada para lo que será el gran reto: la subida al Quehuisa, a 5.200 metros de altitud, donde nace el Amazonas. Al fin y al cabo, este año la Ruta lleva por título: “En busca de las Fuentes del Río de las Amazonas. El Misterio de la Danza de los Cóndores”. Pero es una pretemporada con un marco idílico, que ya quisieran ver muchos futbolistas cuando el míster les pone a correr.

Situemos el contexto. Dejado atrás Arequipa, en el sur del Perú, los “ruteros” duermen cuatro noches en Chivay , al noreste de la “Ciudad Blanca”. Con unos 5.000 vecinos, Chivay es el municipio más grande del valle del Colca, muy probablemente uno de los lugares más bellos de Sudamérica. Dentro del valle se descubre el Cañón del mismo nombre, que en su parte más pronunciada supera los 4.000 metros de precipicio. La dureza del valle ha hecho que este sufra de despoblación. Tiene una extensión similar a la provincia de Sevilla y una altitud media de más de 3.500 metros. Con suerte se llega a los 20.000 habitantes que, por lo general, viven en aldeas pequeñas en las que solo la plaza principal y las calles que salen de ella están asfaltadas.

Coporaque y Yanque son dos de esos pueblecitos. Están separados por un camino de seis kilómetros, en los que hay que subir a la montaña, bajarla, respirar polvo y atravesar un puente con el río Colca saludando cien metros abajo. La organización quiere, además de enseñar la zona a los “ruteros”, probar su estado físico para la ascensión al Quehuisa. No todos los jóvenes están preparados y, por supuesto, no todos van a subir. Por ello, para la ruta Coporaque-Yanque se hacen tres grupos: cóndores, águilas y jaguares, que hacen la marcha de menor a mayor velocidad respectivamente.

Las cinco horas de caminata, con sus correspondientes paradas, dan para mucho. Están los que se vienen arriba y se ven con fuerzas para disfrutar del comienzo del Amazonas, el Everest o la Luna, si se pone a tiro; los que comprueban que la realidad supera a su inicial optimismo; y los que entran en conversaciones profundísimas, del tipo: “Que sí, que sí, que Franco era del Atleti, te lo digo yo”.

El punto más alto que se alcanza son los 3.800 metros de un lugar sagrado. En las faldas de la montaña, cerca de Coporaque, hay unas cuevas donde hace miles de años las civilizaciones de los collaguas y los cabanas enterraban a sus muertos (valga como curiosidad que el inicio de las palabras collaguas y cabanas es lo que da lugar al vocablo colca). En la actualidad, aún quedan calaveras y huesos, y muchos vecinos de la zona siguen subiendo allí como el que va al cementerio. Es un culto y como tal tiene sus rituales: mediante el depósito de hojas de coca se pide permiso para estar; hay quien lleva fetos de alpaca; y luego está la leyenda que dice que al que rompe algo de las cuevas le encogen las manos y los pies.

Agricultura, ganadería y turismo

Unos metros más adelante, cuando la montaña comienza a abrirse, el horizonte alcanza a los volcanes Ampato, Sabancaya y Hualca Hualca. Del Sabancaya, incluso, se ve el humo que sale de su interior. De otra civilización, la de los chiqras, del 3.000 a. C., quedan los cultivos en terrazas. Es decir, en las diferentes escalas de la montaña. Los más espectaculares son los que hay debajo del puente Sifón, próximo a Yanque. Sobre todo porque resulta difícil imaginar como había gente que pudiera cultivar maíz, patata o quinua en una pared vertical.

Durante toda la caminata, los “ruteros” se cruzan con vecinos que pasean con animales que varían de la vaca al burro. Uno de los guías dice que la carne de vaca apenas se come en la zona, pues es carísima y sus criadores prefieren otra (dígase alpaca o llama) y vender esta en los mercados de Arequipa y Lima. Mientras, la de burro se está vendiendo últimamente en algunas hamburgueserías con el pequeño detalle que no se advierte a los clientes que es burro lo que se comen.

Las actividades principales a las que se dedican los vecinos del valle del Colca son la agricultura, la ganadería y el turismo. Si en Arequipa al visitante le sorprende que haya tantos taxis y que estos sean tan pequeños, en Chivay van un paso más allá. Para empezar, no son coches. Son motocicletas de tres ruedas con techo. Su motor no da para mucho y cuando llega una cuesta y van dos personas montadas, el taxi se para: se bajan los clientes y no vuelven a montar hasta que el conductor no sube el desnivel. Vamos, algo así como lo de San Fernando, un ratito a pie y otro caminando.

En este curioso auto llegan los “ruteros” a las termas de “La Calera”, a tres kilómetros de Chivay. Son piscinas naturales de agua caliente al lado del río Colca y con unas vistas, que ni el Caribe. Por eso y porque fuera hace frío (en Perú ahora es invierno), nadie quiere salir del agua. Se está en la gloria.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación