Hazte premium Hazte premium

Juan José Aguirre Muñoz: «El Papa Francisco va a ser un vendaval de aire fresco para la Iglesia católica»

Cordobés, obispo de Bangassou, en Centroáfrica, presenta un libro estremecedor

Juan José Aguirre Muñoz: «El Papa Francisco va a ser un vendaval de aire fresco para la Iglesia católica» isabel permuy

alfonso armada

Habla con la suavidad de un niño que no ha perdido la inocencia, que ha compartido sufrimientos indecibles, pero que le han hecho más fuerte, y sobre todo le han animado a decir las verdades como puños sin sombra de miedo, consciente de que contra la injusticia no cabe callarse, aunque en su caso predique siempre como su primer maestro, con el ejemplo. Basta sumergirse en la lectura de «Solo soy la voz de mi pueblo. Un obispo en Centroáfrica», que hace días presentó en una parroquia de Madrid en medio de una emoción inusitada, para darse cuenta de que nos encontramos ante alguien que ha hecho del ponerse en el lugar y al lado del otro una razón de vida con todas las consecuencias. Nacido en Córdoba en 1954, el misionero comboniano Juan José Aguirre Muñoz lleva 35 años de misión en uno de los países más pobres, martirizados y olvidados del mundo, la República Centroafricana. Si todo el que llega a África se da una «bofetada de realidad», quien se adentra en la República Centroafricana es atropellado por ella.

-¿Qué pasa en la República Centroafricana?

-En Centroáfrica está pasando desde dos años que ha llegado una coalición de corte islámico, llamada la Seleka. Cinco grupos. Han entrado en Centroáfrica y han sido como un tsunami. Han pisoteado los derechos fundamentales de las personas. Han sumido al país en un pozo profundo. En el mes de diciembre la Seleka, ya en el poder, se resquebrajó, cuando se fueron los mercenarios sudaneses y chadianos que los apoyaban. Esta fragilidad hizo que surgieran grupos de autodefensa no musulmanes que han tenido la idea de vengarse contra los seleka, y se convirtieron en facciones mucho más agresivas, violentas y feroces que la propia Seleka. Y muchos de estos grupos no musulmanes, alentados también por ex militares de las FACA, de las fuerzas centroafricanas que se habían escondido, y por muchos delincuentes que se hicieron con armas mientras atacaban a los musulmanes, han forjado un grupo muy fuerte y están atacando a los seleka y todo aquello que tenga etiqueta musulmana. Como consecuencia de todo ello hay 250.000 personas que han tenido que escapar.

La historia de Seleka y de las desgracias que se abaten sobre su querida Centroáfrica (como él llama a la República Centroafricana) le hizo recordar en la iglesia del Pilar la historia de Zacarías, que veló con lágrimas los ojos de no pocos parroquianos. Después de los abusos cometidos por los seleka contra los cristianos, cuando se volvieron las tornas, tres jóvenes fueron interceptados y apaleados. Dos murieron, pero un tecero «en calzoncillos y ensangrentado, y un con gran tajo en la cabeza, buscó refugio, pese a ser musulmán, en la misión católica».

Cuenta las cosas el obispo Aguirre como un narrador avezado, con imágenes que se graban en la mente del que escucha (o del que lo lee en su libro), embelesado: «Estábamos cantando el Magnificat y nos dimos cuenta de que el Cristo estaba ahí, a la puerta, no en los libros. Le lavamos entre todos, le curamos las heridas y le vestimos. Se llamaba Zacarías, tenía 20 años y era musulmán. Tenía mucha sed porque había perdido mucha sangre. Le pedí a la hermana enfermera que le cosiera las heridas. Aguantó sin anestesia. Le dimos un bolígrafo para que se lo pusiera en la boca y mordiera. Para aguantar el dolor». Ante quienes no entendían que prestara ayuda y salvara a quienes eran sus asesinos, a quienes, como Zacarías, habían violado y se había ensañado con los suyos, el obispo Aguirre les dice: «El Cristo es cualquier persona que viene a pedirnos ayuda, y no se la podemos negar, aunque sea un enemigo. Igual que vivió Jesús el expolio, como lo pintó el Greco, así lo vivimos nosotros en nuestra misión en Centroáfrica».

Se sirve el misionero de la metáfora de los dos elefantes que cuando se pelean es la hierba la que sufre: «Es el pueblo centroafricano, que es con quien yo trabajo, no con los elefantes. Con el pueblo estoy sentado, con él he sido a veces pisoteado, con él estoy contando sus lágrimas, el inmenso libro de lágrimas de mi pueblo que nace de esta situación lamentable en que hemos vivido al margen del progreso. A pesar de que Centroáfrica es un país rico en petróleo, en diamantes, en uranio, no despega».

-Empieza su libro con las palabras de otro misionero, Osmundo Bilbao. Dice que llegó a África con una mochila llena de conocimientos y con otra mochila vacía, y notó que se llenaba antes la vacía de que se vaciara la llena.

-Cuando nos preparan los combonianos lo hacen para ir a África a muchos niveles. Quieren que seamos santos y capaces, capaces a tres niveles, sobre todo: a nivel físico para soportar las enfermedades y el clima; a nivel intelectual, para poder aprender las lenguas, y a nivel psicológico, para poder soportar realidades muy fuertes sin caerte, de aguantarlas. Para ello tienes que estudiar, tienes que formarte, tienes que hacerte, y esa es la mochila llena con la que llegas a África. Pero cuando tomas tierra aquí descubres que no sabes ni pedir agua, que no conoces la lengua, y esa es la primera lección de humildad. Llegas a África y los catequistas te enseñan que tienes que utilizar no la manera de subirte a un púlpito y predicar sino la de sentarte en el pozo de la samaritana y escuchar. Esa es la forma de adentrarse en la mentalidad africana y de tener éxito, y quedarte allí y que África no sea para ti negativa sino que te enriquezca y te construya. África nunca es neutra: te construye o te destruye. Es así como vamos notando que la mochila vacía se llena antes de que se vacíe la llena, porque aprendemos mucho más que lo que damos. Aprendemos sobre todo, en los tres primeros años, a callarnos, a mirar y a escuchar, y aprendemos muchas veces a ver, a estar con un pueblo que tiene una esperanza de vida de 48 años y que sin embargo posee una enorme capacidad de desdramatizar, de quitar leña al fuego, de buscar lo importante de la vida y de apartarse de lo superficial, de ir derecho a las cosas. Ellos dicen: no tenemos otra vida de recambio, como la rueda del coche. Tenemos que vivir esta, vamos a lo esencial, y a lo superficial, a lo epidérmico no le demos tanta importancia.

Habla Juan José Aguirre constantemente de San Juan de la Cruz y de la noche oscura del alma, que le ha hecho mucha compañía en las noches africanas. En el arranque de «Solo soy la voz de mi pueblo» cita a Casaldáliga, por eso le pregunto por la teología de la liberación: «Estar con los pobres es una teología universal de la Iglesia, es una teología del Evangelio, pienso yo. Los pobres nos evangelizan, y eso no es teología de la liberación aunque Casaldáliga y Jon Sobrino lo digan tanto, ¿no? Jesús se acerca a los pobres, Jesús integra a los marginados.

-La llegada del nuevo Papa ha sido un revulsivo para la Iglesia. ¿Hacía falta un electroshock?

-Este Papa tiene unos gestos que son profundamente evangélicos. Yo creo que el Papa Francisco va a ser un vendaval de aire fresco para la Iglesia. Estoy seguro de que Jesús va a hacer, de que el Señor va a hacer cosas grandes en la Iglesia a través de él. Porque este Papa es un instrumento con el que el Señor quiere decir cosas a su Iglesia, y está haciendo ahora mismo gestos y está escribiendo ahora mismo cosas, y haciendo prédicas que pueden ser un revulsivo para la Iglesia. Francisco ha sabido ganarse el título de referente, tal vez porque Mandela ha muerto.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación