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pasatiempos

Un siglo de crucigramas

El 21 de diciembre de 1913 el británico Arthur Wynne publicó en el «New York World» el primer pasatiempo de palabras cruzadas con tanto éxito que catapultó este rompecabezas a los diarios de todo el mundo

Un siglo de crucigramas wikipedia

mónica arrizabalaga

Ni el más conocido «dios egipcio» ni el socorrido «río suizo de tres letras» aparecieron en el primer crucigrama moderno que se publicó el 21 de diciembre de 1913 en el suplemento dominical del «New York World» que, en cambio, repetía en dos ocasiones la solución de «paloma».

El periodista británico Arthur Wynne , encargado de los enigmas, anagramas y frases ocultas de «Fun», necesitaba un rompecabezas para una de las páginas e ideó una rejilla en forma de diamante donde se cruzaban las soluciones a unas sencillas definiciones. Le llamó «Words-Cross puzzle», pero un error tipográfico lo transformaría tres semanas después en «Cross Words» («Palabras cruzadas»), el paso anterior al actual «crosswords».

Tuvo tanto éxito entre los lectores que a principios de los años 20 los principales diarios de Estados Unidos ya le habían hecho un hueco entre sus páginas. Del primer volumen de crucigramas publicado en 1924, «Cross Word Book», elaborados por la periodista Margaret Petherbridge , se vendieron más de tres millones de ejemplares en diez años.

Una década después de su aparición, Londres sucumbía a los encantos del crucigrama. «Desde hace unos meses, Inglaterra padece una nueva fiebre, causada por un pasatiempo importado de los Estados Unidos, un rompecabezas que se titula Cross Words -«Palabras cruzadas»-», escribía Antonio Luis en su crónica londinense «El rompecabezas de moda» publicada en «Blanco y Negro» en marzo de 1925.

El corresponsal apuntaba que esta diversión no era sino una variación de otros pasatiempos más antiguos, pero « para muchos ha llegado a ser una tortura avasalladora (…) Londres se ha vuelto loco».

«La gente se deshace los sesos tratando de imaginar palabras que desconocen, acude a las librerías para proveerse de enciclopedias, diccionarios, léxicos y tesauros y hasta consulta a los hospitales, museos, institutos y corporaciones científicas en su afán de vencer dificultades más técnicas», relataba.

El primer crucigrama español

Una semana después, el 22 de marzo de 1925, el mismo Antonio Luis presentaba en «Blanco y Negro» el primer crucigrama publicado en España al que precedía una página completa de indicaciones para resolverlo . «Conviene dejar para el fin las palabras más larga», «conviene variar de sector cuando se tropieza con un obstáculo serio» o «háganse los primeros ensayos con lápiz» fueron algunos de los consejos dados a los primeros lectores para enfrentarse a una rejilla de 15 x 15 recuadros y definiciones como «todos los hombres han...» o «rinoceronte hembra». Los españoles tuvieron una semana para resolver el rompecabezas antes de conocer las respuestas («nacido» o «abada»), si no habían dado con ellas.

Las guías horizontales y verticales debieron complicarse tanto para algunos lectores que el 11 de diciembre del mismo año ABC reservaba más de una página a un «Problema elemental» dedicado «a los principiantes y a los escasos de erudición» para infundirles ánimo y confianza. El autor del crucigrama criticaba los datos «tan remotos, obscuros e imprecisos» de algunos laberínticos problemas de palabras cruzadas como «6. Segundo apellido de un ordenanza que hubo en el ministerio de la Gobernación en tiempos de Sagasta» o «14. Baile fúnebre egipcio en el siglo X, antes de Jesucristo». Por el contrario, se extendía con todo lujo de detalles en las definiciones de su problema elemental: «6. El animal que la tiene la lleva detrás. Solamente el elefante "parece" llevar otra delante: parece nada más. Las señoras la han suprimido en sus faldas. Hay personas muy arrimadas a ella. Pega». Incluso en la última, tras sus explicaciones, llegaba a dar la solución («Y no quiero hacer discurrir más al lector: mesita»). «Melitón González» (pseudónimo de Pablo Parellada ) firmaba ese curioso crucigrama en una época en la que estos desafíos a la inteligencia y la paciencia solían ser anónimos.

En los años de la posguerra se generalizaría la costumbre de hacer crucigramas. Por aquel entonces Conchita Montes publicaría su primer Damero Maldito en «La Codorniz» y Pedro Ocón de Oro ganaría el concurso de crucigramas del diario «Madrid» y comenzaría su larga trayectoria como crucigramista.

«Cova», un clásico

Un joven aficionado a rellenar crucigramas llamado Gonzalo Fernández de Córdoba probó a confeccionar los suyos propios y envió dos o tres al entonces director de ABC, don Torcuato Luca de Tena. «Parece ser que le gustaron», relató años después «Cova» . El célebre crucigramista de ABC debutó en diciembre de 1952 y no faltó un día a su cita con el diario hasta su fallecimiento en 2010. El primero que firmó con la pronunciación infantil de su apellido Córdoba, «Cova», el 7 de enero de 1953 (los anteriores aparecen con la firma de «Cora») era curiosamente cuadrado y no con la forma de rombo al estilo de Wynne que le haría tan famoso. «Lo primero que hago es coger la palabra de once letras y a partir de ella voy haciendo el resto. Siempre que leo una novela o cualquier otro libro y veo una palabra de once letras que no he utilizado, tomo buena cuenta de ella. A mí me gusta mucho la caza y, en sentido figurado, también soy un cazador de palabras de once letras », señalaba en su 50 aniversario como crucigramista.

En 1953 se publicaba también el primer crucigrama firmado con el nombre de Herrero , el abuelo del autor actual del crucigrama blanco Óscar Herrero . Treinta años después José Juan Herrero rebautizaría los crucigramas con el actual «Por Óscar», como muestra de cariño a su hijo que creció «rodeado de crucigramas». «Es un hobby que engancha», asegura Óscar, para quien «hay un cierto toque romántico en los crucigramas».

Hoy el nieto de Herrero y el hermano menor de «Cova» mantienen la fidelidad familiar a las páginas de este diario con un desafío que «forma parte para muchos lectores de ABC de la liturgia de cada mañana». Así lo considera Enrique Fernández de Córdoba, «Cova-2» , a quien divierte poner definiciones humorísticas», como «famoso constructor naval de la Biblia» o «sujeto que paseaba en cueros y la lió comiéndose una manzana».

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