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La dolorosa historia del enfermo de neurofibromatosis al que abrazó el Papa

Vinicio Riva, aquejado de neurofibromatosis, fue confortado por el Santo Padre el 6 de noviembre. «No soy contagioso pero él no lo sabía», explica

La dolorosa historia del enfermo de neurofibromatosis al que abrazó el Papa efe

abc.es

El pasado 6 de noviembre, durante la audiencia de los miércoles en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, el Papa Francisco abrazaba y besaba a un hombre cuyo rostro estaba terriblemente desfigurado por tumores o bultos. Una imagen que dio la vuelta al mundo y que fue comparada con el abrazo de San Francisco de Asís a un leproso. Días antes, el 30 de octubre, durante la Jornada de la Familia, el Santo Padre mostraba su afecto con un niño autista que no se separaba de Su Santidad y que llegó a ocupar su silla.

Ahora ese hombre enfermo, Vinicio Riva, de 53 años y vecino de la localidad de Vicenza, al norte de Italia, ha relatado su emocionante encuentro con el Papa , así como la historia de su vida, en una entrevista concedida al diario británico «Daily Mail» .

Riva relata que su corazón latió tan deprisa que «temió morir» y que, mientras estuvo rodeado por los brazos del Papa, se sintió «en el paraíso». « Ni siquiera pensó si abrazarme o no. No soy contagioso, pero él no lo sabía . Simplemente lo hizo, me acarició la cara y sólo sentí amor», relata el protagonista del tierno momento en el Vaticano.

Riva padece neurofibromatosis , una enfermedad genética que, en su caso, le transmitió su madre, y que no se manifestó en su cuerpo hasta que cumplió los 15 años. Entonces comenzaron a surgir los dolorosos tumores que cubren la práctica totalidad de su cara, que hacen que sus piernas sangren constantemente y que han deformado sus pies, hasta el punto de que le cuesta un enorme esfuerzo caminar. Ha sido sometido a diversas operaciones, incluida una que afectó a su corazón, pero al menos ha superado las previsiones de los médicos, que le otorgaban una esperanza de vida de 30 años.

Aunque visita el santuario de Lourdes todos los años, la del pasado 6 de noviembre era la primera ocasión en la que Riva acudía al Vaticano. «Bajó del altar para saludar a los enfermos. Me abrazó sin decir una palabra. Permaneció en completo silencio pero a veces se dice más cuando no se dice nadaSentí como si mi corazón saliera de mi cuerpo. », relata Riva. «Primero besé su mano y con la otra acarició mi cabeza y heridas. Entonces me atrajo hacia así en un fuerte abrazo, besando mi cara. Mi cabeza estaba contra su pecho y sus brazos me rodeaban. Sólo duró un minuto pero a mí me pareció una eternidad ».

La vida de Riva no ha sido sencilla desde que se manifestó la enfermedad. Una condición que, como a otros enfermos de neurofibromatosis , le ha granjeado a menudo el rechazo más o menos disimulado de sus vecinos. Ya sea cambiando de acera en la calle o cuando un hombre le obligó a cambiarse de sitio en el autobús porque, le dijo, no quería verle la cara.

Riva cuenta al «Daily Mail» que vive de su pensión de discapacidad y de los modestos trabajos que lleva a cabo como voluntario. Le gusta llevar flores a las enfermeras que le atienden, lee novela romántica y sueña con encontrar a una mujer en su misma situación, con la que, quizás, iniciar una relación. «Los que me conocen desde hace tiempo son amables; los otros son horribles», confiesa este hombre al que el gesto del Papa, altruista y generoso, hizo olvidar por un instante una vida de dolor, sufrimiento y rechazo.

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