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El Papa limpia el Banco del Vaticano

La pequeña entidad financiera, con poco más de cien empleados, doce ventanillas y seis cajeros automáticos, es utilizado por mafiosos y estafadores italianos

El Papa limpia el Banco del Vaticano AFP

JUAN VICENTE BOO

El Vaticano custodia un patrimonio artístico de valor incalculable. En cambio, tiene un banco muy pequeño, un «banquito de juguete» de tamaño casi ridículo. Una sola sede con 12 ventanillas en un antiguo torreón circular de piedra, 6 cajeros automáticos —todos en el Vaticano—, y 112 empleados. Pero el Instituto para las Obras de Religión (IOR) es el «banco del Papa» desde su creación por Pío XII en 1942. Por eso cada actuación ilegal, cada metedura de pata —y son muchas— se traduce en un fuerte descrédito de la Iglesia.

En los debates previos al Cónclave del pasado marzo, numerosos cardenales se quejaron abiertamente de la pésima gestión de la entidad que, en lugar de prestar un servicio discreto a las instituciones católicas, genera un escándalo tras otro. Y pidieron que el futuro Papa hiciese «limpieza en los establos» .

Un español en la comisión

En esa línea, el pasado 26 de junio, el Papa Francisco estableció una poderosa comisión investigadora , presidida por el cardenal italiano Renato Farina y gestionada por el arzobispo español José Ignacio Arrieta, el «número dos» de los juristas del Vaticano. Los gestores del banco vieron las orejas al lobo y, en menos de una semana, el director general Paolo Cipriani, y el subdirector general, Massimo Tulli, presentaron la dimisión .

La justicia italiana les investiga desde 2010 por una transferencia anómala de 23 millones de euros. Ambos serán enviados a juicio por movimiento ilegal de capitales mientras la fiscalía ultima los cargos por otro delito más grave: lavado de dinero. Ni una cosa ni otra deberían suceder, en el «banco del Papa».

El último escándalo , descubierto hace diez días, abunda en elementos tragicómicos. El jefe de contabilidad de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), Nunzio Scarano —conocido como «monseñor 500 euros» por su costumbre de entregar fajos de billetes a cambio de cheques que aparentaban donativos— organizaba contrabando de divisas de Suiza a Italia por valor de 20 millones de euros para unos acaudalados armadores de buques napolitanos —los hermanos d’Amico—, con la ayuda de un «carabiniere» que trabaja en los servicios secretos italianos y de un conocido estafador, Giovanni Carenzio, que ha «desplumado» a numerosas víctimas en Canarias, Nápoles y Roma.

La operación fracasó, pero el «carabiniere» pidió al «monsignore» su comisión de 400.000 euros. Scarano le pagó los primeros 200.000, pero quiso estafarle el resto denunciando el extravío de un cheque, y así se descubrió el pastel. Los tres personajes, dignos de una comedia italiana, disfrutan ahora de hospitalidad gratuita en la cárcel romana de Reina Coeli.

Desvio de dinero a Suiza

¿Cómo es posible que un «carabiniere» destinado en el servicio secreto, AISI, se tome días libres para alquilar un jet privado y preparar un vuelo desde Lugano, Suiza, a Italia con 44 kilos de billetes de 500 euros? Giovanni María Zito, expulsado ya de los «carabinieri», trabajó durante tiempo a las órdenes del subdirector del servicio secreto, el prefecto Francesco La Motta, titular de una cuenta en el IOR por ser Gentilhombre de Su Santidad.

La Motta fue arrestado el 14 de junio por desviar a Suiza diez millones del Fondo de Edificios del Culto , que administraba en el ministerio del Interior. Pero todavía peor es que la fiscalía de Nápoles le investiga por un presunto delito de lavado de dinero para el riquísimo clan Polverino de la Camorra napolitana, a quienes la justicia ha embargado bienes por valor de mil millones.

El problema del banco del Vaticano es, una y otra vez, la infiltración de delincuentes italianos —mafiosos, estafadores y otros especímenes— que lo utilizan como banco «off shore» con la complicidad de dirigentes o de cuentacorrentistas. En 1984, el IOR tuvo que pagar 250 millones de dólares como indemnización por su responsabilidad en la quiebra del Banco Ambrosiano. Debió hacer borrón y cuenta nueva, pero no fue así.

El actual presidente, el alemán Ernst von Freyberg, anunció hace unas semanas un gran paso hacia la transparencia: el IOR abrirá a finales de año… una página web. Quizá algún día publique una memoria o un balance.

Contra el lavado de dinero

El Vaticano reclutó a Von Freyberg mediante la sociedad internacional Spencer Stuart. El nuevo presidente encargó enseguida las relaciones públicas a la empresa alemana CNC-Communications and Network Consulting, y la vigilancia contra operaciones de lavado dinero al prestigioso grupo norteamericano Promontory Financial Group, mientras confiaba al bufete neoyorquino Cleary Gottlieb Steen and Hamilton, parte del asesoramiento legal.

El IOR cuenta con un Consejo de Supervisión de cinco banqueros, un prelado que actúa como delegado del Papa, y una Comisión Cardenalicia formado por cinco purpurados.

Por encima está la autoridad del secretario de Estado, Tarcisio Bertone y, ahora, la comisión investigadora. Como el presidente se ha dotado de dos asesores especiales de Promontory, el número de supervisores asciende a 18 para un total de 112 empleados. Parafraseando a Churchill se podría decir: «Nunca tantos supervisaron tanto a tan pocos».

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