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El Papa emprende personalmente la reforma del banco del Vaticano

La comisión investigadora puede interrogar a toda la Curia

El Papa emprende personalmente la reforma del banco del Vaticano efe

juan vicente boo

Ante el fracaso de todos los intentos anteriores, el Papa Francisco ha asumido personalmente la tarea de reformar el banco del Vaticano creando una comisión investigadora que le informará directamente a él y que puede interrogar a todos los altos cargos y todos los funcionarios de la Curia Vaticana.

El IOR tiene 112 empleados, 12 ventanillas, 19.000 cuentas corrientes y depósitos totales por valor de unos 6.000 millones de euros, correspondientes a un banco pequeño. Por desgracia, cada error que comete, provoca un daño grande, pues enfanga la imagen del Vaticano y oscurece el mensaje del Papa.

El brevísimo documento manuscrito de puño y letra del Papa Francisco –«quirógrafo» en la terminología jurídica del Vaticano- es tremendamente innovador en su claridad y en el sistema de trabajo. El objetivo es «permitir que los principios del Evangelio penetren en las actividades económicas y financieras». El marco es «la necesidad de introducir reformas en las instituciones auxiliares de la Sede Apostólica».

El instrumento de reforma de un banco que ha acumulado demasiados escándalos en las últimas décadas es «una Comisión Informativa que recoja datos sobre la situación jurídica y las actividades del IOR», formada por cinco personalidades que informarán directamente al Papa de modo continuo y que, al final, le entregarán toda la documentación reunida.

La Comisión está presidida por el cardenal Renato Farina , de casi 80 años de edad, antiguo prefecto de la Biblioteca Vaticana. El Coordinador, con poderes para actuar en nombre de la Comisión para recoger todo tipo de documentos es el arzobispo español Juan Ignacio Arrieta Ochoa de Chinchetru , «número dos» del Pontificio Consejo de Textos Legislativos.

El tercer personaje clave, con la función de Secretario y encargado de custodiar los documentos, es el «número cuatro» del Vaticano, monseñor Peter Bryan Wells , asesor para Asuntos Generales de la secretaría de Estado.

Los otros dos miembros son el cardenal francés Jean-Louis Tauran , antiguo jefe de la diplomacia vaticana, y la profesora de derecho de Harvard, Mary Ann Glendon , antigua embajadora de Estados Unidos en el Vaticano y actual presidenta de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales.

Francisco levanta el «secreto de oficio»

Igual que hizo en abril cuando nombró un grupo de ocho cardenales de los cinco continentes encargados de asesorarle en la reforma de la Curia vaticana, el Papa ha vuelto a recurrir a personas ajenas al funcionamiento del banco, con la excepción del cardenal Tauran, que formaba ya parte de la Comisión Cardenalicia de Vigilancia.

El manuscrito del Papa concede a la Comisión investigadora el poder de interrogar no solo a los funcionarios del banco del Vaticano sino a cualquier responsable o cualquier funcionario de toda la Curia vaticana. Francisco levanta el «secreto de oficio» para que todos puedan colaborar con la Comisión y autoriza que cualquier persona contacte a sus miembros sin necesidad de ser convocada. En definitiva, el Papa quiere enterarse a fondo de lo que pasa, sin cortinajes y sin escusas, para tomar medidas en cuanto disponga de la información necesaria.

El pasado 15 de mayo, el Papa nombró a monseñor Battista Mario Salvatore Ricca , un personaje con fama de incorruptible, Prelado del IOR, un cargo clave que forma parte de los dos consejos supervisores, el de cardenales y el de banqueros.

En realidad, Francisco había iniciado la reforma «cultural» del banco del Vaticano el pasado mes de abril cuando suprimió el pago de 25.000 euros anuales a cada uno de los cardenales de la Comisión Cardenalicia de Vigilancia: los italianos Tarcisio Bertone y Domenico Calcagno , el brasileño Odilo Scherer , el francés Jean-Louis Tauran y el indio Telesphore Placidus Toppo .

Esa Comisión Cardenalicia supervisa el trabajo del Consejo de Supervisión del IOR, formado por cinco banqueros: el presidente alemán Ernst von Freyberg ; su compatriota Ronald Hermann Schmitz de la Deutsche Bank; el norteamericano Carl Anderson, supremo caballero de los Caballeros de Colón; el italiano Antonio Maria Morocco, de Unicredit; y el español Manuel Soto Serrano, del Banco de Santander.

Las dos cúpulas supervisoras son impresionantes pero, en realidad, quien lleva el control diario del IOR es su director general, Paolo Cipriani , y una serie de dirigentes y revisores, todos italianos, igual que sus predecesores en los cargos ejecutivos. Varios de ellos han sido demasiado «comprensivos» con una serie de compatriotas de dudosa moralidad a los que no deberían haber permitido el acceso al IOR.

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