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Los topónimos más comunes en España se escriben en gallego

Igrexa, con 300 poblaciones, es la denominación que encabeza la lista de los treinta más repetidos en los que solo uno es un nombre castellano

Los topónimos más comunes en España se escriben en gallego miguel muñiz

m. arrizabalaga

Era evidente que Guarromán, Tortura o Contamina no iban a aparecer en la lista de los topónimos más comunes de la geografía española, pero a más de uno sorprenderá saber que el nombre más repetido no es Villanueva o Quintanilla, sino A Igrexa. Un total de 300 poblaciones repartidas en La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra se llaman así, con la denominación gallega de «La Iglesia» a secas.

A Outeiro, que da nombre a 255 localidades gallegas, le sigue en el top ten facilitado a ABC por el Instituto Geográfico Español en el que aparecen O Castro, Vilar, A Torre, O Pazo, Outeiro, O Vilar, A Casanova y Vilanova. Como su propio nombre indica, todas se encuentran en Galicia y solo O Castro, Outeiro y Vilanova se extienden a Asturias y esta última también a Valencia.

«En Galicia, por su propia distribución administrativa y territorial, es donde hay y se han recogido más topónimos», explica Jairo Javier García Sánchez , autor del «Atlas toponímico de España» (Editorial Arco Libros). En el último nomenclátor gallego se incluyen más de 41.000 topónimos. «Suponen un tercio de los de toda España», afirma Vicente Feijoo Ares, filólogo de la Comisión de Onomástica de la Real Academia Gallega y coordinador durante 10 años del Proyecto Toponimia de Galicia (PTG) de la Xunta que ahora se ha visto frenado por la crisis. «Teníamos casi medio millón de microtopónimos (nombres de tierras, vías...) recogidos. El municipio en que mayor densidad de nombres se registró fue Cangas (Pontevedra): tiene un superficie de 38 Km2 y se han recogido 6.043 topónimos, lo que nos da una media de 160 microtopónimos por km2», señala el investigador, que destaca la «impresionante riqueza» gallega en este terreno: «Es un tesoro».

«Si en el territorio español se cuentan unas 108.000, Galicia, que es el 6% del territorio, con 29.000 km2, posee casi el 35% de todas las entidades de población de España», añade García Sánchez, para quien «es fácil de entender que ya solo por un carácter meramente cuantitativo, los topónimos gallegos sean los más frecuentes también en términos absolutos en el conjunto de España».

El uso de estos nombres -que en castellano serían La Iglesia, El Otero, El Castro, El Villar, La Torre, El Pazo, Casanueva y Villanueva- está tan extendido por ser tan comunes que servían de referencia fácil para denominar poblaciones. Como en la mayoría de los casos responden a núcleos muy pequeños, «tampoco se ha necesitado para ellos mayor especificación», continúa el subdirector del departamento de Filología, Comunicación y Documentación de la Universidad de Alcalá.

Normalmente no se repiten de manera exacta. Cuando están constituidos por un nombre común, como Castro , suelen tener un complemento toponímico que los hace únicos, como Castro-Urdiales, Castromocho, o Castroserracín. De este modo, explica García Sánchez, «un nombre como Castro de Fuentidueña, en Segovia, ya no se repite y, por tanto cuenta como uno solo, pero en realidad sería un representante más de Castro». Si solo con la denominación de Castro existen 61 poblaciones en toda Galicia, Asturias, Santa Cruz de Tenerife y Soria, con «apellido» toponímico se repite en muchos ejemplos por toda España (Castro de Filabres, en Almería; Castro del Río, en Córdoba...).

El único en castellano

Solo un nombre castellano aparece entre los treinta primeros. San Pedro, presente en 80 poblaciones repartidas por todo el país, muestra la notable trascendencia que alcanzó en España la vida religiosa y la devoción popular. García Sánchez relata cómo los poblados se fundaban alrededor de una iglesia y el titular de la misma o el santo al que se dedicaba devoción acababa dando nombre al núcleo que surgía. La mayor parte de estos topónimos religiosos se conservan en la zona norte de la Península, debido a que la reconquista temprana de estos territorios y su repoblación propició muchas denominaciones cristianas. «Si San Pedro es, además, un topónimo que se repite en Galicia, se entiende por qué es tan común», apunta el profesor de la Universidad de Alcalá. San Juan y San Vicente también se encuentran muy extendidos, con medio centenar de localidades bautizadas con su nombre, con y sin «apellidos».

Otros topónimos comunes tienen que ver con accidente s del terreno, del tipo «monte», «otero», «peña» o «valle», con los ríos, corrientes o lagunas próximas a las localidades o con referencias vegetales como «alameda» o «fresneda». También son frecuentes los formados con un elemento denotativo de ciudad como el abundantísimo «Villa» o sus correspondientes en gallego y catalán «Vila». Solo en Asturias hay 29 de las 36 «villanuevas» a secas del país, pero con complemento toponímíco (del Condado, del Río, del Rey...) existen otras 107 localidades con su nombre, según los datos del Instituto Geográfico Nacional . Villanueva es uno de los topónimos castellanos más comunes, junto con Quintanilla, con medio centenar de poblaciones que llevan esta denominación en su nombre.

«La toponimia de cada territorio suele ser un reflejo de su historia y, por supuesto, de su historia lingüística y este es también el caso de España», remarca García Sánchez. La española tiene fundamentalmente origen latino y romance, con notable presencia de la toponimia de origen árabe en el sur y este peninsular y en las islas Baleares. «La Península Ibérica, por su especial situación geográfica, abierta al Mediterráneo y puente entre Europa y el norte de África, ha favorecido el encuentro de varios pueblos distintos (preindoeuropeos, celtas, iberos, fenicios, griegos, romanos, visigodos, árabes...) que han dejado huella de su paso. Casi siempre esa impronta es visible en la toponimia y en no pocas ocasiones ésta se convierte en único testimonio», añade.

La nueva «toponimia del ocio»

Las nuevas poblaciones siguen la costumbre de aprovechar un nombre existente de la toponimia menor o improvisar una creación original según las características del lugar. El experto en toponimia indica que «suelen comportar nombres transparentes (Tres Cantos, Puentes Viejas...), neutros o que evoquen aspectos favorecedores».

El turismo ha favorecido una «toponimia del ocio», muy abundante en la Comunidad Valenciana, en la que se resalta el paisaje, el mar y el sol, Valle del Sol, Villasol, Sol y Mar, Lomas del Mar), la naturaleza más agradable y seductora (Los Almendros, Entre Naranjos), la tranquilidad del lugar (El Paraíso, El Refugio, La Siesta, El Recreo, La Calma), enclaves turísticos famosos (Las Vegas, La Florida) o topónimos mayores (Nueva Torrevieja, Cullera Park), según se recoge en «La toponimia del ocio: el valor de una imagen», de María Jesús Miranda. La Academia Valenciana de la Lengua «trata con buen criterio de paliar los desmanes que esta nueva toponimia puede provocar», asegura García Sánchez.

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