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Abrazo histórico entre dos Papas

Lección de humildad y afecto en el inédito encuentro de un Papa emérito y su sucesor

Abrazo histórico entre dos Papas AFP

JUAN VICENTE BOO

«Gracias por esta entrevista» fueron las primeras palabras de Benedicto XVI mientras caminaba hacia su sucesor para darle un gran abrazo de bienvenida al pie del helicóptero. Francisco le abrazaba con cariño y repetía, emocionado, «Gracias a usted». A lo largo de dos horas y media, el primer encuentro amigable entre dos Papas en toda la historia fue un derroche de fraternidad.

Se diría que ambos rivalizaban en mostrarse respeto y cariño. Se conocen desde hace más de veinte años, los que Jorge Mario Bergoglio lleva de obispo, y han tenido muchas ocasiones de verse sobre todo en los once años en que ha sido cardenal. La verdad es que se adoran.

La primera sorpresa fue ver la dificultad de Benedicto XVI para caminar. Desde el 28 de febrero permanece «escondido para el mundo», pero ha envejecido. Tiene ojeras y camina algo más encorvado, apoyándose en el bastón.

El Papa emérito acudió al helipuerto para recibir a Francisco nada más aterrizar. Se protegía del frío con un anorak blanco. En el trayecto a la residencia, Francisco ocupó el asiento posterior derecho del automóvil, el puesto del Papa, mientras Benedicto XVI iba a su lado y el jefe de la Casa Pontificia, Georg Gaenswein, les acompañaba en el asiento delantero, junto al conductor.

Francisco y Benedicto XVI pasaron en primer lugar al oratorio, para un breve saludo al Santísimo Sacramento. El Papa camina mucho más rápido, y entró el primero. Benedicto le explicó que él se iba a arrodillar un poco más atrás, pero Francisco no aceptó usar el reclinatorio principal. Le dijo con cariño «somos hermanos» y se arrodilló a su lado durante un rato de oración en silencio. Benedicto XVI vestía una sencilla sotana blanca, sin esclavina y sin la faja. Usaba zapatos marrones y llevaba un anillo de su época de cardenal, ya que el pasado 28 de febrero entrego el anillo del Pescador para su anulación.

Francisco le entregó como regalo un icono de la Virgen antes del encuentro privado, que tuvo lugar en la biblioteca. Naturalmente, Francisco ocupaba el lugar principal y Benedicto XVI el del invitado. Era evidente que ambos se sentían muy a gusto.

El encuentro duró 45 minutos y su contenido no ha sido, lógicamente, dado a conocer. Es fácil de imaginar que Benedicto XVI renovase personalmente la promesa de obediencia realizada por adelantado en presencia de todos los cardenales el pasado 28 de febrero, su último día como sucesor de Pedro, sabiendo que uno de entre ellos iba a ser su sucesor.

Es también muy probable que haya dicho a Francesco que no tenga reparo en cambiar lo que le parezca oportuno en las disposiciones tomadas en febrero respecto sobre el Papa emérito: el modo de vestir, los títulos de «Su Santidad» y «Papa emérito», e incluso el plan de residir de modo estable en el convento «Mater Ecclesiae» en los Jardines del Vaticano.

Benedicto XVI es una persona de gran rectitud, y nadie que le conoce puede imaginar que se permita dar consejos por iniciativa propia al nuevo Papa. Muy probablemente habrá respondido a algunas preguntas de Francisco y le habrá explicado la situación de algunas grandes tareas pendientes.

En realidad, los temas que interesan a ambos son los que salieron a debate una y otra vez durante las reuniones de cardenales anteriores al Cónclave: la nueva evangelización, la reforma de la Curia, la persecución a los cristianos en África y otros lugares, el endurecimiento de la opresión religiosa en China, o el programa del Año de la Fe.

Era una reunión sin precedentes, por lo que no se puede calificar ni como «cumbre» ni como «relevo». Era, sobre todo, un encuentro afectuoso entre dos hermanos que ahora pondrán sus talentos al servicio de la Iglesia de un modo nuevo para ambos.

No se sabe si Francisco ha hecho alguna pregunta al respecto de personas y posibles nombramientos, como tampoco si ha leído el informe sobre las filtraciones de Vatileaks, pues la traición del mayordomo es un asunto marginal que en buena parte ha quedado atrás. En cambio, los problemas de disfuncionalidad de la Curia vaticana son un tema serio sobre el tapete.

Terminado el encuentro en privado, los dos históricos secretarios de Benedicto XVI se sumaron para el almuerzo. Georg Gaenswein sigue viviendo en Castel Gandolfo para ayudar a Benedicto XVI, pero pasa la jornada en el Vaticano trabajando como prefecto de la Casa Pontificia. El cardenal Bergoglio nunca ha tenido secretario, pero ahora lo necesita de verdad, por lo que inmediatamente Benedicto XVI puso su segundo secretario, el maltes Alfred Xuereb, al servicio del nuevo Papa como secretario personal. Al término del almuerzo, Benedicto XVI acompañó a Francisco hasta el helipuerto, desde donde emprendió el regreso al Vaticano a las 14.42. La visita había durado dos horas y media y dejaba muy buen sabor de boca. Las imágenes del encuentro facilitadas a la prensa -media docena de fotografías y unos tres minutos de video-, eran suficientes para que todo el mundo pudiese ver el clima de cariño y para disipar temores de algunas personas a una especie de «Papa en la sombra», que Benedicto XVI no quiere ser ni será, pues mantiene su reclusión a rajatabla.

El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, manifestó que el encuentro «ha sido un momento de profundísima comunión» en el que el Papa emérito «renueva la obediencia y reverencia a su sucesor» mientras que Francisco «ha renovado su gratitud y la de toda la Iglesia al Papa Benedicto por su Pontificado».

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