Hazte premium Hazte premium

70 años de normandía

La carrera por la libertad

En 1944 se conocía al perdedor, pero faltaba por saberse quiénes eran los vencedores

La carrera por la libertad aRCHIVO

hermann tertsch

Dicen que nadie se atrevió a despertar a Hitler aquella mañana en su residencia en las montañas bávaras de Berchtesgaden . A todos aterrorizaba darle malas noticias. Si siempre había recibido todo revés con nada disimulada cólera, en la primavera de 1944 , con la salud quebrada y sus fuertes combinados de fármacos, todos, desde sus ayudantes de cámara a sus generales, tenían terror a tener que comunicarle cualquier adversidad. Aquel día la noticia era de nuevo nefasta. Los aliados occidentales, armados con una maquinaria militar jamás vista en la historia, acababan de iniciar en la costa francesa el asalto al continente europeo por el norte. Once meses antes habían desembarcado en Sicilia . Y ya avanzaban por la bota italiana. Caído Montecassino, el día 4 de junio habían entrado en Roma. La Wehrmacht cedía terreno sin cesar en aquel frente. Por no hablar del oriental. Stalingrado había dictado suerte y después, la batalla de Kursk había supuesto el definitivo punto de no retorno. Alemania iba a perder la guerra. Faltaba saber cuándo y cuántos muertos y destrucción habría aún de costar. Se conocía al perdedor . Pero faltaba por saber, cuestión en esta guerra mundial de infinita importancia, quienes serían los vencedores.

El «Día D» es la piedra angular de la reconstrucción de la democracia en Europa

Once meses después había terminado la guerra. Once largos meses en que los ejércitos alemanes resistieron a una derrota cierta con una dureza y obstinación dignas de mejor causa. El asalto a la «fortaleza Europa» , el desembarco de Normandía , supuso la aceleración de la muerte del III Reich , al impedir a Hitler concentrarse en su frente oriental. Pero supuso ante todo la salvación de la Europa libre y los cimientos para una alianza trasatlántica que fue garante de la defensa de las democracias europeas hasta que se hundió el otro imperio surgido, como el III Reich, sobre una ideología criminal de terror y desprecio al ser humano.

De ahí que el «Día D» fuera mucho más que una batalla militar. Porque allí sí se dirimió la lucha por la libertad de Europa. Lo que no era el caso en Stalingrado o Kursk . En 1944 desde las costas del inmenso y heroico buque de guerra que habían sido las islas británicas desde 1940, comienza el asalto definitivo de las naciones de la libertad en armas a combatir en el oeste contra el monstruo nazi, pero muy conscientemente en carrera también con aquel aliado que, por definición habría de convertirse muy pronto en enemigo, el otro monstruo, el comunismo bajo Stalin , en pleno avance por una Europa oriental y central en ruinas.

No hay que caer mucho en la ucronía , pensar la suerte que habría corrido Francia de haber sido Stalin el único vencedor del nazismo con la bota ocupante en territorio alemán. Con el Ejército Rojo en toda Alemania, los comunistas franceses se habrían impuesto con la misma facilidad que lo hicieron los «petainistas» con ayuda de la Wehrmacht . Con Polonia , Alemania y Francia en manos soviéticas, la historia habría sido otra. Y sin duda peor. El «día D es la piedra angular de la reconstrucción de la democracia en la Europa continental, del anclaje de Alemania a occidente y, al final, de la victoria de la democracia sobre el comunismo en esa larga Guerra Fría que tras 45 años de sordo combate se decide hace un cuarto de siglo en 1989 en el Muro de Berlín .

Hoy Europa vuelve a estar amenazada en su seguridad y valores democráticos por enemigos internos y externos. Y vuelve a adolecer de las mismas debilidades que en la década de los años treinta llevó al naufragio de las democracias y auge de las ideologías redentoras . Frente a estas, la alianza atlántica es el único mecanismo de probada eficacia de autodefensa de las democracias.

Pero nadie espere que por tercera vez sea EE.UU. quien mande a sus hijos a morir por arreglar una catástrofe causada por egoísmo, comodidad, cobardía y debilidad europeas. Muchos reconocen el valor de la libertad, pocos quieren ver que también tiene precio. Esperemos todos sean conscientes de ello hoy cuando recuerden a los muertos en aquellas playas por la libertad. Y porque una tiranía no fuera sustituida por otra.

La guerra vista de lejos, en el espacio y en el tiempo, ha sido siempre motivo de las más bellas construcciones de la palabra y el espíritu. Las Termópilas o Accio , Lepanto o Waterloo , Stalingrado o Normandía , despojadas de su realidad de espanto, muerte, miseria, dolor, heces y sangre, las grandes batallas siempre han dejado una huella muy determinada en la memoria del mundo o las naciones implicadas.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación