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La enigmática isla japonesa que ninguna mujer puede visitar

Sólo los hombres, tras someterse a un ritual de purificación, pueden pisar la isla sagrada de Okinoshima

BITACORAS.COM

Existe un lugar en el mundo que aproximadamente la mitad de la población del planeta no puede visitar, bajo ningún concepto. Se trata de un pedazo de tierra de menos de 100 hectáreas en el mar de Japón, en la zona más próxima a la costa de Corea del Sur; un rincón que muchos consideran sagrado. Hablamos de la isla de Okinoshima , administrativamente parte de la ciudad de Munakata, en la prefectura de Fukuoka, Japón. Las mujeres tienen terminantemente prohibido el acceso a este territorio, y para los hombres tampoco es sencillo conseguir los permisos necesarios.

El blog Travelers Today nos habla con detalle de las peculiaridades de Okinoshima, tierra sagrada para los fieles del sintoísmo . Esta religión nipona se basa en la veneración de los 'kami' o espíritus de la naturaleza. Para garantizar absoluto respeto a las santas tradiciones, los únicos que pueden vivir en este lugar son los sacerdotes que habitan el santuario. Son ellos quienes se encargan de velar para que los escasos visitantes admitidos cumplan con las estrictas normas de la isla.

Únicamente los varones tienen la posibilidad de que su solicitud de visita sea tenida en cuenta. Incluso en caso de ser aceptados deben someterse a un ritual de purificación antes de poner un pie sobre el sacro lugar. Además, están obligados a llegar allí completamente desnudos; y cuando se van no pueden llevarse ningún tipo de recordatorio o souvenir. Ni siquiera una hoja que un árbol haya dejado caer, ni una piedra de la playa. Absolutamente nada. Es más, hacen juramento de que no hablarán con nadie sobre los detalles de su estancia.

Pero, ¿por qué no pueden las mujeres visitar Okinoshima? El verdadero motivo no está del todo claro. Una de las versiones apunta a la menstruación: los sintoístas consideran impura la sangre, por lo que creen que una fémina podría 'contaminar' la isla sagrada. Otra de las explicaciones conocidas sostiene que la razón está en realidad en los peligros del viaje hasta Okinoshima. Según la tradición las mujeres deben encargarse del cuidado de los niños, por lo que no se les permite arriesgar su vida en una travesía arriesgada.

Quienes sí acostumbraban a detenerse allí eran los marineros, dado que está en plena ruta comercial entre Japón y Corea del Sur. En el templo suplicaban protección y prosperidad a los espíritus, dejando valiosos presentes a modo de ofrenda. Esas alhajas son consideradas tesoro nacional en la actualidad. Quizá esas riquezas sean parte de los argumentos que maneja la Unesco para estudiar si otorga a Okinoshima el título de Patrimonio de la Humanidad. La decisión se tomará en julio y la pregunta ya está en el aire: ¿podrán las mujeres visitarla si la propuesta sale adelante? Por ahora, las autoridades de Munakata y los sacerdotes insisten en que nada va a cambiar. Pase lo que pase, la mitad de la población mundial seguirá sin ser bienvenida en esta isla.

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