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Real Madrid-Juventus

Un Madrid sólo voluntarioso dice adiós a Berlín

El inicial gol de Cristiano no fue suficiente; el empate de Morata le da el pase a la final a una Juventus que resultó más sólida en conjunto (1-1)

Un Madrid sólo voluntarioso dice adiós a Berlín

Hughes

La derrota ante la Juventus confirma algunas cosas. Que ella, y no otra, es eso que llaman la «bestia negra»; que el Madrid no elimina a un italiano desde los tiempos de Sandro Pertini; que ha sido un año extravagante y en blanco, con algo pellegrinesco, por el récord inútil, y con otro poquito de Queiroz, ese entrenador cuyo equipo se quedó sin gasolina antes de llegar a Benidorm. Confirma además que el poderío en el centro del campo es condición necesaria en Europa y que Ancelotti se fue quedando sin opciones ni recursos -con el equipo cansado sólo hizo el cambio de Chicharito-. Confirma que el Madrid no controló ningún partido ante equipos de categoría y que sacar las remontadas a pasear es gafancia pura. Qué pesadez, es como estar atrapado en un “Tocata”. Un histórico exfutbolista hablaba en la víspera de “alineamiento de planetas”.

Este Madrid estelar y meritorio de Florentino al final apela más a la improvisada épica ochentera que a la ética puritana y paternalista de los 50.

Y conste que ayer no empezó mal la cosa. Con Benzema recuperaba el Madrid su tercer ojo y Casillas fue recibido con el «Íker, Íker». El público está peor que Estela Reynolds, pero aceptó el mensaje institucional: no era el momento. Mucha expectación con Pirlo entre ellas y casi más entre ellos, “los pirlos”, que se mesaban las barbas a la espera del icono. «¡Si tiene la barba del Parada!», protestó uno en los aledaños. El aire del Bernabéu en estos partidos debería poder comercializarse. Es una atmósfera de expectativa y ansiedad que se sube a la cabeza. Pero vale ante un Atleti, no ante la Juve.

Cristiano igualó a Di Stéfano

El partido lo inició Benzema. Pinchó un balón alto y lo bajó igual que Don Draper se quita el sombrero. La Juventus se convertía en un 4-4-2 defensivo con Vidal incrustado entre Pogba y Pirlo y el Madrid intentaba con acierto el juego por las bandas. Todos fueron dejando su firma: tras Benzema, una falta de Cristiano y un lejano chut de Bale. El Madrid estaba poderoso en las áreas y su defensa parecía recompuesta. Pirlo caminaba y encima fallaba pases.

El que faltaba, James, con sus pasos de Astérix se metió en el área y Chiellini, que es un defensa cárnico y tocón, se fue al bulto.

El penalti lo convirtió Cristiano, igualando los 307 goles de Di Stéfano.

A partir de ahí, la Juve se rehízo y comenzó a desplegar su juego. Lo que ahora se llama la propuesta. Su primer peligro, las conducciones de Tévez y Vidal, lo abortó el Madrid con acierto y ayudas. Luego hubo ataques más largos por el eje de Pogba y Evra, que consiguieron córneres y alguna llegada evidente y lenta. La Juve demostraba un mecanismo consistente, pero tosco. En el Madrid brilló la sorda labor de Isco, convertido en ayudante de Kroos y en vigilante de Pogba. Quién lo iba a decir.

La enigmática zancada de Pogba es lo mejor de los italianos, eso y Vidal, que deja cicatrices en el campo tras cada partido.

El Madrid, con su solidaridad para esfuerzos cortos, aún tenía destellos, su mayor regularidad. El equipo acabó pegando los últimos golpes antes del descanso con Cristiano y Benzema. Una cosa parecía clara entonces: el partido no iba a acabar entre masoquistas aplausos a Pirlo.

Pero las cosas cambiaron en la segunda parte. La Juventus volvió a chutar en el 50' y las anticipaciones de Ramos eran lo más vivo de un Madrid que sufrió cuando Pogba superó a Carvajal con un toque majestuoso y encaró a la defensa. Había fallos individuales en el Madrid. Cansancio o miedo.

De nuevo Morata

La Juventus no generaba peligro, sino algo previo. Pisaba mucho la zona anterior al gol. Efectivamente, en un córner el Madrid perdió su autoridad por alto y Pogba peinó para Morata, que fusiló a Casillas. No fue un Morientes porque no lo celebró. Las camisetas de cebra de los enloquecidos «tiffosi» hacían efecto moaré.

Entre Morata, Tévez, Pirlo y Pogba le hacían una jaula a Isco.

Se atacaba por donde Marcelo, y Bale, que ha acabado con los pelos de David Carradine, casi rompió la paz de la grada con un mal control.

James, que lo ve todo por el rabillo del ojo como un ascensorista, mandó un balón muy cerca de la escuadra.

En la Juve ya lucían sus movimientos conjuntos, un sistema de poleas por el que subía y bajaba Vidal, pero Casillas le sacó a Morata un balón de partido. Era una de esas acciones premonitorias que excitan la superstición hasta de los más anticasillistas.

Chiellini sacó a los suyos del área como de una cueva paleolítica justo antes de que Allegri montara el 3-5-2 retirando a Pirlo. Y sí, hubo ovación al italiano, más aplausos que a Morata. ¡Cómo se puede aplaudir al jugador favorito de tu mujer!

«¡Catenaccio, catenaccio!», decían los locutores. El Madrid lo intentaba con una determinación de tono menor de las últimas semanas, al «estilo Chicharito». Ramos arreaba los ataques como un vaquero a las reses y Casillas le detuvo a Pogba la sentencia. Por actitud no fue. A Ancelotti le quedaron dos cambios por hacer y Casillas dejó la imagen del saque para que se diviertan los de internet haciendo “memes”, que es lo único que se va a sacar en claro de este año.

El Madrid decía adiós a Berlín. Normal que algún aplauso se escapara a la Juventus.

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