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Las mentiras históricas de los truculentos asesinatos de «El alienista»

La serie de TNT que emite Netflix sigue el periplo de Theodore Roosvelt como jefe de la policía de Nueva York en 1896, pero los sórdidos crímenes que dan fuelle al thriller no ocurrieron en realidad

Lucía M. Cabanelas

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La sordidez se apelotona por las sucias calles y las viviendas parecen tambalearse bajo el peso de sus excesivos habitantes. La pobreza y la pillería se disputan el jornal en las esquinas adoquinadas, y los sombríos y húmedos callejones apenas transpiran los sueños que se quedan en nada. En el Nueva York de 1896 pocas cosas brillan menos que la esperanza.

Centradas en el descubrimiento, entre la curiosidad y el espanto, varias personas rodean un cadáver aparecido de madrugada. Uno dibuja, otros observan. Todos comentan la escena horrorizados. Es un niño travestido, sin ojos y torturado. Los crímenes han comenzado.

Bajo esta premisa se cimenta la serie de TNT «El alienista» , que Netflix ha incorporado a su variado y prolífico catálogo. Con una especial atención al detalle y una saturada atmósfera que se respira a través de la pantalla, la ficción recrea una serie de asesinatos investigados por el doctor Laszlo Kreizler, experto en patologías mentales, que tuvieron lugar en la Gran Manzana a finales del siglo XIX. Y aunque la precisión de la puesta en escena y el goteo de ilustres personajes reales dan credibilidad a la trama, esos truculentos crímenes que dan fuelle a este suspicaz thriller nunca existieron, al menos no del mismo modo.

Igual que la serie con el espectador, el autor de la novela homónima que la adapta, Caleb Carr , también engañó a su editor y agente asegurando que era un relato real contado de forma novedosa. Exitoso escritor de no ficción, el historiador militar vendió como verídica una historia inventada. Pero cuando reveló que se trataba de una invención, decidieron continuar con la publicación de «El alienista», escrita en 1994, que a pesar de desarrollar una trama falsa, retrataba el ambiente del Manhattan de la época como si el autor hubiera estado allí mismo observándolo. «Fue importante para mí que todo en mi libro fuera verdad, excepto por mi historia», admitió Carr.

«Prácticamente puedes escuchar el sonido de las cascos de los caballos haciendo eco en el viejo Broadway, probar la buena comida en Delmonico's, oler el miedo en el aire. Un horrendo asesino en serie podría existir muy bien en este mundo», escribió «The New York Times» en su reseña del libro. Excepto porque el término «asesino en serie» todavía no se había inventado, como nos ilustró la serie «Mindhunter» , de David Fincher.

Retrato de Lizzie Hallyday en un periódico de la época
Retrato de Lizzie Hallyday en un periódico de la época

Es decir, ese pervertido asesino que trepa, con un tic en la cara y obsesionado con las torturas de los nativos americanos y los niños obligados a prostituirse para sobrevivir en ese miserable mundo no existió en la vida real. Sí coexistió con otros despiadadamente reales, como los cometidos por Lizzie Halliday, considerada a la postre la primera mujer asesina en serie de la metrópoli a finales del siglo XIX. Esta especie de viuda negra mató al menos a cuatro personas y fue condenada a la silla eléctrica, sentencia que se le conmutó para terminar el resto de su vida encerrada en una institución mental, decisivas para la investigación en «El alienista». Antes que ella, Jesse Pomeroy. Conocido como «el sádico bribón», este depredador sexual de 14 años asesinó por lo menos a dos niños en Nueva York en 1874, a golpes y con armas punzantes.

La increíble verosimilitud de la trama, así como la concordancia histórica de ciertos personajes, despistan sobre si los hechos que cuenta la serie sucedieron o no en la vida real. Una concordancia histórica que reafirma la presencia de Theodore Roosevelt , que antes de convertirse en el vigésimo sexto presidente de Estados Unidos dirigió, como en esta ficción, la prefectura de la policía de Nueva York. Y aunque no sabemos cuánto del afán que se intuye en la serie para mostrarlo como azote de la corrupción es cierto, sí lo es que implementó medidas como el «domingo seco» para extinguir el alcoholismo del cuerpo.

Lo mismo sucede con la presencia de otros distinguidos personajes de la época en la metrópoli como J.P. Morgan , el banquero y coleccionista de arte que en la serie interpreta un caracterizado Michael Ironside, o el emblemático restaurante Delmonico's.

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