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Alba Payàs

«Para los niños, lo ideal es acompañar a la persona que se está muriendo»

Alba Payàs, psicoterapeuta, especialista en procesos de duelo y directora del instituto IPIR, explica a ABC cómo afrontan los más pequeños la pérdida de un ser querido

Frida, la protagonista de «Verano 1993»
Silvia Nieto

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Cuando Frida lanza un peine por la ventanilla del coche y farda de sus muñecas delante de su prima pequeña, cuando la abandona en medio de un bosque y cuando intenta escaparse de casa, un plan que su miedo echa a perder, solo pretende convertir su malestar, el dolor por la pérdida de su madre, en actos; quizá es lo que ocurre cuando faltan las palabras, inútiles para expresar lo que no comprendemos. «Verano 1993» (Carla Simón, 2017), galardonada con tres premios Goya, narra la historia de una niña de seis años, interpretada por Laia Artigas , inmersa en un proceso de duelo, trance psicológico que desencadena la muerte de un ser querido y especialmente delicado durante la niñez. El filme lo muestra sin ahogarse en el drama, con ese humor que persiste hasta en los momentos duros y dejándonos una sonrisa un poco triste, pero esperanzada, en la boca. Alba Payàs (Manresa, 1956), psicoterapeuta, directora del máster de intervención en duelo de la Universidad de Barcelona y del Instituto IPIR, un centro especializado en su tratamiento, explica a ABC cómo afrontan y cómo deben afrontar la muerte los más pequeños.

—¿Qué percepción tiene un niño de la muerte?

El sentimiento de culpa, en el duelo, es natural y humano, y es un reflejo del amor que hemos sentido por una persona. Entendemos el amor como la capacidad de proteger al otro, y cuando no hemos logrado hacerlo nos sentimos culpables . Es una emoción absolutamente natural de la que hay que hablar, que hay que compartir, a la que hay que poner nombre, y que hay que expresar. La culpa también tiene el papel de proteger el rol: es decir, que si yo soy padre y he perdido a mi hijo, sentirme culpable me hace pensar que sigo siendo un buen padre. Pasado un tiempo, la persona tiene que ir liberándose de ella. Lo que pasa es que los niños a veces tienen la fantasía de que son responsables de la muerte o de que podían haber hecho algo que hubiera salvado a la persona fallecida. Tienen un pensamiento más mágico.

El problema del duelo en los niños es que no solo pierden al ser querido, sino que a veces se le arranca de sus raíces. Entonces hay dos duelos: el del ser querido y también otro, que los adultos no suelen tener en cuenta, y que es que el niño pierde la escuela, los amigos, la casa, la comunidad o el hogar . Es una pérdida secundaria que a veces es tan importante como la primaria, porque el niño necesita estructura. Es como una planta que sacudes y a la que encima le quitas las raíces y luego dejas en el aire. Para ellos es tremendo perder todo el entorno que les da seguridad.

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