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Crítica de En la playa sola de noche: Historia de un desamor

El tono de muchas conversaciones evoca una versión minimalista de las del cine de Rohmer

Kim Min-hee, superestrella del cine coreano
Antonio Weinrichter

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El coreano Hong Sang-soo sigue fascinando en festivales con películas que aparentan una narrativa deambulante, casi de «flâneur», pero que a la vez exhiben una intrigante estructura de bucles y variaciones. En esta por ejemplo, por la que Kim Min-hee ganó un merecido Oso de Plata a la mejor actriz en Berlín, tiene un primer tramo de media hora que transcurre -aunque no se nota- en Alemania. Después introduce de pronto un «corte», digno de «Psicosis» o de «Persona», para situarse durante la hora siguiente en territorio conocido: comidas, conversaciones y libaciones alrededor de una mesa .

Conviene añadir que en este caso la ecuación incluye un elemento presuntamente autobiográfico: Hong y Kim tuvieron un (sonado) affaire en la vida real… y aquí ella es una actriz que convalece de una relación con un director de cine. Ello quiere decir que, aunque el tono de muchas conversaciones evoca una versión minimalista de las del cine de Rohmer, parece que estamos más cerca de algunas películas que hizo Bergman, por ejemplo, con su musa y pareja Liv Ullmann. Este elemento personal puede explicar la intensidad que alcanza Kim Min-hee en las dos escenas, dos cenas, en las que (su personaje) explota calentada por el alcohol y esa herida que tiene sin cerrar. Y si sólo está actuando, pues ha creado una criatura milagrosamente inefable .

Una de las cenas del filme

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