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Crítica - Un minuto de gloria (***): La sal de la tierra

Es un descorazonador diagnóstico de la mezquindad concreta, personal, de quienes se van topando con el ingenuo proletario

Un minuto de gloria (***): La sal de la tierra

ANTONIO WEINRICHTER

K. Grozeva y P. Valchanov son una pareja de realizadores búlgaros que construyen sus guiones buscando sucesos de la vida real, en los que ven un reflejo del estado de la sociedad de su país. Esta es la segunda entrega de una presunta trilogía y, a diferencia de las ruidosas trilogías-franquicia de Hollywood, se centra en un episodio pequeñito, diminuto casi: en un periódico no ocuparía la portada sino esa sección de interés humano que engorda cuando no sucede nada de relieve. A saber, un humilde empleado del ferrocarril encuentra un enorme puñado de billetes tirado en la vía y decide dar el aviso en vez de afanárselo para mejorar su precaria existencia .

El ministro del ramo decide homenajearle en una convocatoria de prensa que le proclama como héroe modelo… Pero todo se hace sin demasiado empeño, con pocos miramientos, prestos a olvidarle en cuanto se han hecho la foto. Este ninguneo diferencia esta denuncia de los medios de las que hicieron Capra , Kazan o Frears , pero en modo alguno socava su efectividad: más allá de la denuncia de la burocracia de un estado (ex)socialista, es un descorazonador diagnóstico de la mezquindad concreta, personal, de quienes se van topando con el ingenuo proletario.

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