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La La Land

La La Land (****): Bellas ilusiones entre duras realidades

Es el día a día de cómo la vida te va poniendo zancadillas en forma de ambición personal, de lucha continua para salir del hoyo, de las decepciones y de lo difícil que es la duración del amor cuando el quehacer diario le pega hachazos continuos

Emma Stone y Ryan Gosling en La La Land. La ciudad de las estrellas
José Manuel Cuéllar Campoy

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Damien Chazelle fue el que realizó «Whiplash», un filme sobre música que no era de música. Hablaba, como esta, de sueños, y ya entonces se vio que era capaz de mostrarlos como una pesadilla o como una meta dorada en el que materializar una vida triunfal . «La La Land» va mucho más allá. Se la presenta como un musical, pero en realidad tiene poco de ello (hay casi una hora sin aparecer una canción) y quitando la fastuosa (aunque demasiado tradicional) escena inicial, la música queda solapada por la bellísima historia de amor que nos relata.

Chazelle dibuja una relación que parece normal por fuera pero que es complejísima por dentro (como en la vida real), porque a la ilusión por encontrar la media naranja perfecta le va echando gotas de cicuta que va conformando un círculo bello y dulce , pero crudo y amargo a la vez. Es el día a día de cómo la vida te va poniendo zancadillas en forma de ambición personal, de lucha continua para salir del hoyo, de las decepciones y de lo difícil que es la duración del amor cuando el quehacer diario le pega hachazos continuos.

Y sin embargo, y a pesar de todo esto, el La La Land destila una persistente belleza a cada minuto que pasa . Es más, la emoción va subiendo de tono a medida que los impecables Gosling y Stone van encontrándose y peleando codo a codo por perseguir sus sueños. Porque la película va de eso, de sueños y de amores, pero Chazelle lo relata con una brillantez, con una elegancia y un talento tal en cada toma que no solo hace soñar a los protagonistas sino que lleva su ilusión permanente a la retina de cada espectador.

Si la película es una joya, enorme, en sí misma, el final es tremendo, de lo mejor visto en años. Tremendo de emoción, de lágrima en el alma, de sollozo incontenible por la emoción que derrama en cada toma, en cada mirada, en ese hola y adiós, en lo que pudo ser y no fue, y en lo que es ahora mismo. Un prodigio de ternura entrañable, tan alegre y tan triste a la vez . Es cierto que el año no ha hecho más que comenzar pero esta es, sin duda, una de las mejores películas de 2017.

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