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Crítica de Inmersión: Amor, océano y yihadismo

Aunque toda la trama es fácil de seguir, hay una voluntad en la cámara de Wenders de repetirse, de producir eco

James McAvoy y Alicia Vikander se ponen al frente de «Inmersión» ABC
Oti Rodríguez Marchante

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Submergence (Inmersión)

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Submergence (Inmersión)

El nombre de Wim Wenders está ligado a un cine poco convencional pero brillante en sus comienzos, con títulos como «Alicia en las ciudades» o «En el curso del tiempo», y a una cierta incapacidad presente para conjugar sus pretensiones reflexivas y narrativas sin resultar sencillamente pesado, aunque encontró en el documental («La sal de la Tierra», «Pina»…, ahora prepara uno sobre el Papa Francisco) un lugar adecuado en el que hacer sus pinitos de explorador.

En «Inmersión» cuenta, basada en la novela de J.M. Ledgard, una historia romántica, el encuentro de un hombre y una mujer en un apetecible hotel de la costa atlántica, una atractiva oceanógrafa y biomatemática que interpreta la brutal Alicia Vikander y un espía británico con el fetén aspecto de James McAvoy …, pero eso es solo un hilo del trenzado de una trama con la que Wenders hace encaje de bolillos: el recuerdo de un pasado amoroso feliz y fugaz, en el que los amantes se dicen cosas magníficas sobre la profundidad de los océanos (se recomienda ir apuntándolas)…, pero que son volutas de «flash back» de un presente no tan feliz y lleno de dudas y penalidades, en misión por el fondo de los mares y por el fondo de un nido de yihadistas somalíes… Y este ir hasta el fondo del amor, del océano y del mal es lo que se aglutina como metáfora en el título.

Aunque toda la trama es fácil de seguir y su estructura moderadamente convencional (aquí, allí y entonces), hay una voluntad en la cámara de Wenders de repetirse, de producir eco, como gustándose en exceso de lo que se dicen y lo que sienten los personajes, y ese sentir lo mismo varias veces produce el conocido efecto «pesadez Wenders», que queda aquí afortunadamente atenuado por esa «golosina Vikander» que su protagonista lleva en el rostro.

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