Las confesiones (***): Política y ética, agua y aceite
Toni Servillo da vida a un fraile invitado de forma insólita a una reunión trascendental dentro del G8
Toni Servillo actúa como si fuera el más grande. La misma cara le sirve para representar al vividor Jep Gambardella y a un monje cartujo. Es de la estirpe de Robert Mitchum. A otros les falta estilo en su forma de no alterar el rictus. Victor Mature sería el macho alfa de esa manada. En «Las confesiones» , el italiano da vida a un fraile invitado de forma insólita a una reunión trascendental dentro del G8. Su anfitrión, Daniel Auteuil, otro maestro de la economía interpretativa (nada que ver con el dinero), habla con él la noche antes de un trágico suceso.
La mezcla de intriga y espiritualidad podría recordar a «En el nombre de la rosa» , pero Roberto Andò, el director, suple con exceso de estilismo las carencias de la historia, imprecisa y moralizante. La película no es desdeñable, tiene momentos notables y toca asuntos trascendentes. Que el mundo es y será una porquería se sabe desde los tiempos del tango, como mínimo. Que lo dirigen seres sin alma no es nuevo. Para decirlo tan bajito habría venido bien algo de gracia.
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