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¿Y qué?

Nuevo error de Colau: hacerse propaganda con su vida privada

Luis Ventoso

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Ada Colau, de 43 años, madre de dos churumbeles con su pareja, Adriá, se plantó el sábado en la tómbola de Jorge Javier y se metió un « Sálvame Deluxe » en vena para intentar rascar votos aireando su intimidad . Su partido, que no es carne ni pescado, no anda muy boyante de cara a las elecciones del día 21. Lo atestiguan los pinchazos de público del candidato Domènech , cuyos mítines casi cabrían en el habitáculo de un Smart. Ayer en Tarragona lo acompañó Iglesias, ya de coleta caída, y de nuevo el ambiente recordó un oficio réquiem. El colau-podemismo sufre ante las urnas por su pachangueo con el separatismo. Es profundamente incongruente proclamarse de izquierdas y dedicarse a insuflar oxígeno a un movimiento tan retrógrado como el del independentismo xenófobo catalán, que se sustenta precisamente en la insolidaridad y en un agotador victimismo (acabarán culpando a «Madrit» hasta de que haya medusas en el Mediterráneo ).

Ada -taimada, retorcida, pero jamás tonta- se veía de farolillo rojo de los comicios junto a ese candidato imposible que es Albiol. Sabía que necesitaba algún golpe de efecto. Así que lo buscó por la vía rápida: acudir al gran altar de la tele-carnaza y soltar algo llamativo que la situase de nuevo en el centro del ojo público. El golpe de efecto consistió en contar en el confesionario de colorines de Jorge Javier que en su día tuvo una novia y que por un tiempo hizo triplete compatibilizándola con un novio. En la entrevista desveló también que le encanta Alaska. Una de las canciones ochenteras más coreadas de Alaska y Dinarama fue «A quién le importa», que con el tiempo cobró categoría de himno gay. « ¿A quién le importa lo que yo haga? / ¿A quién le importa lo que yo diga? / Yo soy así, así seguiré, nunca cambiaré», proclamaba la letra del gran Carlos Berlanga.

Creo que Alaska, una vez más, tenía toda la razón con su buen juicio pop. Eso es: ¿A quién le importa? ¿Qué relevancia tiene para la vida pública que Ada Colau haya tenido relaciones con una mujer, un hombre o un pingüino? Con su habitual empanada conceptual (tal vez por eso no logró acabar Filosofía), Colau considera que pregonar sus gustos sexuales en un programa cardíaco de consumo masivo constituye un gran acto de modernidad. En realidad su actuación es profundamente reaccionaria. Presenta como noticia algo que hoy en España es moneda común perfectamente aceptada -la homosexualidad- y mercadea con su privacidad en un programa en las antípodas de la televisión ejemplar que en teoría gusta a la izquierda divina. De Colau querríamos saber qué planes tiene para mejorar Barcelona (en lugar de empeorarla), cuándo se va a apear de la burramia separatista de la que hace gala, o si tiene alguna idea para revertir la fuga de empresas de su ciudad, provocada por el nacionalismo cerril que ella jalea. Lo otro, es cosa exclusivamente suya. El tiempo de las folclóricas largando su carrete sentimental en la tele ya ha pasado, Ada, querida.

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