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Ignacio Camacho

Los tornadizos

Ignacio Camacho

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Que no tienen miedo, dicen los jefes del empresariado y algunos presidentes de grandes compañías. Los mismos que tratan de presionar a Rajoy para que se humille accediendo a dar paso a un acuerdo del PSOE con C´s. Los mismos que están preparando ERE preventivos por si la izquierda anula la reforma laboral. Los mismos que andan poniendo a buen recaudo su dinero «ante la incertidumbre financiera». Los mismos que estudian cómo deslocalizar sus domicilios fiscales por si cambia la tributación de sociedades. Y los mismos que temían pronunciarse sobre la secesión catalana mientras en privado proclamaban su intención de mudarse. Esos que ahora señalan que lo importante es que haya pronto un Gobierno estable… ante el que ponerse en la cola de los favores.

Un antiguo dirigente patronal andaluz dijo que los empresarios eran camaleones capaces de volverse del color del poder

Bien. Ahí queda su expresión de confianza, impresa y grabada para cuando se empiecen a quejar de las hostilidades. Para cuando clamen por la cuadratura del déficit o por el rescate de empresas en problemas. Para cuando se lamenten del crecimiento del sector público. Para cuando protesten por el cierre de las nucleares o por la morosidad en los contratos institucionales. Para cuando tiemblen por las dificultades de financiarse con la prima de riesgo alta. Para cuando lloriqueen en foros off the record con periodistas. Para cuando intenten movilizar a la oposición en defensa de una política business friendly. Para cuando las buenas palabras de los ministros socialistas se estrellen con el ceño implacable de los de la extrema izquierda.

El desaparecido Rafael Álvarez Colunga, el que fuera presidente de la patronal de Andalucía, dijo una vez que los empresarios tenían que ser camaleones capaces de volverse del color del que manda. Lele, que así le llamaban, era un hombre jocundo y llano; se entendía con Chaves y firmaba con él jugosos acuerdos de financiación corporativa y paz social. Una parte del dinero que recibía de la Junta lo utilizaba para financiar al PP; políticamente sabía flotar, aunque por desgracia falleció en un naufragio. Aquellas declaraciones le valieron una reprimenda de los suyos: una cosa era hacerlo y otra admitirlo con tanta franqueza.

Los lobbys de la CEOE y del Íbex le vienen a dar la razón. Empiezan a ver inevitable el acceso al poder de Podemos, de la mano de la socialdemocracia, y van virando su tonalidad cromática para garantizarse tránsito por los despachos oficiales, que no han estado demasiado accesibles durante el marianato. Los populistas se les perfilan ya como gente razonable. Al fin y al cabo ellos disponen de ingeniería tributaria suficiente para minimizar las subidas de impuestos, que recaerán como siempre sobre los empleados con nómina y los emprendedores pequeños y medianos. El mundo del dinero y los grandes negocios resulta por naturaleza adaptadizo al poder. Y la libertad, como cantó Pablo Guerrero, no es más que una palabra escrita en la pared.

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