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Terrorismo en Alsasua y también en Cataluña

Lamentablemente hoy abundan más en España los Egeas que los Llarenas

Isabel San Sebastián

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En contra de lo que algunos piensan ingenuamente y otros pretenden hacernos tragar, el terrorismo no consiste únicamente en cometer atentados suicidas en nombre de Alá. Tampoco en poner bombas o pegar tiros en la nuca, como hacían los pistoleros de ETA. La palabra «terrorismo» abarca un significado mucho más complejo, más profundo, más perverso. Un significado que incluye el concepto «violencia», pero ni define ni cuantifica la forma o intensidad de la misma, siempre que se utilice con la pretensión de ganar un pulso al Estado de Derecho. Un significado que la Justicia debe rescatar estos días de la simplificación a la que ha sido sometido por parte de políticos y medios de comunicación, a veces solo irresponsables, otras, las más, interesados en alcanzar los fines sediciosos que sus cómplices violentos persiguen con sus acciones.

En la Audiencia Nacional arranca esta mañana el juicio contra ocho individuos acusados de lesiones terroristas por agredir salvajemente a dos agentes de la Guardia Civil y sus parejas en Alsasua, mientras tomaban una copa en un bar. La defensa de los imputados alega que aquella paliza no fue un acto de terrorismo, sino una pelea entre borrachos. Y en apoyo de esa versión tan falsaria como miserable acuden miles de manifestantes, convocados a tomar las calles de Pamplona por las fuerzas separatistas que han estado beneficiándose del terror etarra desde la fundación de la banda por los cachorros del PNV hace más de medio siglo. Las que gobiernan el País Vasco y Navarra tras expulsar del censo de votantes a todo el que supusiese un obstáculo para sus planes. Las recogedoras de nueces siempre prestas a justificar y amparar los «excesos» de su vanguardia armada.

Coincide el inicio de este proceso con el debate abierto en Cataluña sobre la naturaleza de los autodenominados Comités de Defensa de la República, una de cuyas dirigentes fue detenida hace unos días por orden de la Fiscalía bajo la acusación de haber perpetrado delitos terroristas. Apenas unas horas después, el juez Diego de Egea ordenaba su puesta en libertad al no ver en la conducta de los citados comités nada más que desórdenes públicos. Ya se sabe que en España tu destino depende en buena medida del juez que te toque. Y lamentablemente hoy en día abundan más los Egeas que los Llarenas, especialmente en la Audiencia creada precisamente para combatir al terrorismo.

Según el Código Penal vigente, el catálogo de finalidades terroristas comprende no solo subvertir el orden constitucional, sino suprimir o desestabilizar el funcionamiento de instituciones políticas o estructuras económicas o sociales del Estado, obligar a los poderes públicos a realizar un acto o abstenerse de hacerlo, y desde luego provocar terror en una parte de la población. La ley tipifica el delito de desórdenes públicos, el de sedición y el de rebelión como terrorismo, si se cometen por persona o personas amparadas por una organización terrorista. ¿No encajan en la definición esos grupos creados con la finalidad de defender una inexistente «república catalana», que paralizan violentamente carreteras o vías de ferrocarril estratégicas con el propósito evidente de desestabilizar el normal funcionamiento de las comunicaciones e infundir miedo en los ciudadanos? Yo diría que sí. Al igual que los agresores de Alsasua, cuya actuación criminal coincide milimétricamente con la exigencia de que la Benemérita se retire del País Vasco y de Navarra, manifestada por ETA desde los tiempos de la «alternativa KAS».

Terrorismo es tratar de poner al Estado de rodillas mediante el uso de la fuerza. Exactamente lo sucedido en Alsasua y también en Cataluña. En manos del Estado está impedir que lo consigan.

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