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Los socios de Sánchez son una piña

La izquierda se ha rendido en la defensa de España, incapaz de superar su tradicional complejo de inferioridad ante el nacionalismo y esa antigualla de la progresía ibérica de considerar España una cosa que solo atañe a «fachas»

Álvaro Martínez

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Como por ahora Sánchez sigue centrado en lo del mimo, gestos sin voz, y prefiere las fotos en el Mystére (aeronave donde la luz debe ser cegadora), le surgen al jefe del «Ejecutivo bonito» portavoces más allá de Isabel Celaá, cuyo papel en las ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros parece limitado a decir que «el Gobierno hace cosas». Fenomenal… El grupo de la moción de censura, llamado los «antimarianos», funciona como una piña y ayer fue Pablo Iglesias el que puso voz a Sánchez al anunciar el próximo acercamiento a cárceles de Cataluña de los presos de la banda del golpe. «Me lo dijo Sánchez» [en aquella reunión secreta en La Moncloa, suponemos], afirmó ayer el líder populista tras visitar a Quim Torra en el Palau de la Generalitat. De allí salió el vecino de Galapagar lanzando jubilosos aleluyas al «derecho a decidir» y encantado de su entrevista con el supremacista del lazo amarillo, para el que no tuvo el mínimo reproche. Todo lo contrario que el Rey, contra el que trató de embestir Iglesias con un discurso [por llamar a aquello de alguna manera] tan despeluchado de argumentos y sentido común que solo sirvió para confirmar la entrega sin condiciones de la izquierda española al nacionalismo.

Se ha rendido, la izquierda se ha rendido en la defensa de España, incapaz de superar su tradicional complejo de inferioridad ante el nacionalismo y esa antigualla de la progresía ibérica de considerar España una cosa que solo atañe a «fachas» o, al menos, a «gente muy de derechas». Según ese prisma, España no puede ser una nación (no así Cataluña o el País Vasco), sino que ha de conformarse con ser un batiburrillo, una «nación de naciones», ese neologismo territorial al que el socialismo lleva un tiempo dando vueltas, igual que un desdentado intenta, impotente, mondar en la boca una aceituna. Además, ha de ser España -o lo que quede de ella- una república, lo que en sus más de cinco siglos de existencia apenas ha sido nueve años. En esa gota de agua en la historia de España lleva chapoteando la izquierda, incluso ahora cuando llevamos más tiempo de democracia que de franquismo.

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