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Sin respeto al orden constitucional

Los cambios de denominación tienen un elevado coste económico, además de la carga política que hay detrás

Ramón Pérez-Maura

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Entusiasmo súbito generó el pasado miércoles el goteo de los nombres de los miembros del nuevo Gobierno. Cada uno sabrá qué es lo que le produce arrebato de los nuevos titulares de las carteras. Pero lo primero que llama la atención es el incremento de las mismas, lo que augura un despilfarro importante. Ya conocemos la fórmula desde hace tiempo: cada vez que la derecha llega al poder tiene que hacer que nos apretemos el cinturon para recuperarnos de la quiebra en que nos ha dejado el Gobierno socialista saliente. Cuando ganó las elecciones el Partido Popular en 2011, la situación era de tal precariedad que Rajoy no se atrevió ni a cambiar el nombre de algunos Ministerios y devolverlos a su formulación clásica. El mejor ejemplo fue el del Ministerio de Asuntos Exteriores, al que en tiempos de Miguel Ángel Moratinos se añadió a su nombre la apostilla de «y Cooperación». Era un cambio con claras intenciones ideológicas, que por supuesto no se había pactado con la oposición a pesar de tratarse del antiguo Ministerio de Estado, el primero en el orden protocolario del Gobierno. En cambio, por ahorrar dinero a los españoles, Mariano Rajoy ordenó en 2011 mantener el nombre. Pues nada, desde el jueves ya no se llama tampoco «Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación». Ahora es «Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación». La carga ideológica de «Cooperación», se mantiene inalterable. Y se paga todo gracias a los éxitos económicos de septenato (corto) de Mariano Rajoy.

Lo mismo puede aplicarse a la inmensa mayoría de las carteras. Como el problema ya no será gastar, porque la caja está surtida, Sánchez ha incrementado en cuatro el número de Ministerios, pasando de trece a diecisiete. Pero de esos diecisiete, sólo cuatro conservan su denominación original: Interior, Defensa, Fomento y Justicia. Y a algunos, en lugar de un Ministerio les han dado un manifiesto de buenas intenciones, como es el caso de llamar a una cartera del Gobierno del Reino de España Ministerio de Transición Ecológica. Hay un ministro del Gobierno saliente, Íñigo Méndez de Vigo, que el viernes repartió sus competencias en tres Ministerios diferentes: primero Isabel Celaá como ministra portavoz y de Educación y Formación Profesional; después, el sectario Màxim Huerta, nuevo ministro de Cultura y Deportes, y por último Pedro Duque, ministro de Ciencia, Innovación y Universidades. Será por carteras...

El otro gesto sorprendente del nuevo Gobierno fue la manifiesta falta de respeto al orden constitucional en la forma de anunciar la composición del Gabinete. Como se recordará, cuando Rajoy anunciaba un Gobierno, guardaba riguroso secreto de la composición del mismo hasta informar al Rey, que es nuestro jefe de Estado Constitucional. El miércoles por la tarde, cuando Sánchez llegó a relatar al Monarca el listado de ministros, sólo pudo revelarle el nombre del intolerante Màxim Huerta, porque los demás eran de dominio público.

Éste ha sido el primer gesto que muestra cómo va a ser la relación de este Gobierno con el Rey. Aunque en realidad este gesto viene después de que Sánchez llegase al poder apoyado en los partidos que quieren acabar con la Monarquía: Podemos, ERC, PDECat, Bildu... La colección de acompañantes no puede ser más clara al manifestar su visión de cuál debe ser la forma del Estado. Y sabemos lo que les importa la Constitución: una higa.

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