El sentido de la regeneración, según Bono

El renovado protagonismo de José Bono por sus críticas a su predecesor, Federico Trillo , a cuenta de la gestión del accidente del Yak-42 ha puesto al exministro socialista en la tesitura de ser coherente con su prurito regeneracionista, y no solo por la falta de explicaciones por lo que pasó con el helicóptero Cougar en Afganistán. Aspirar a ser el líder moral de una sociedad tiene sus exigencias y hay que cumplirlas. Y una es la relación con los privilegios derivados de los cargos públicos. En este capítulo de las prebendas personales, José Bono sigue disfrutando de prerrogativas tras sus responsabilidades públicas. Escolta a cargo de la Policía Nacional y vigilancia a cargo de la Guardia Civil. Es razonable que un alto cargo con competencias cualificadas cuente durante un tiempo con protección. Pero la consolidación indefinida de este tratamiento excepcional pierde su justificación y entraña el reconocimiento de un trato de favor que debe cesar. En el caso de Bono, además, las condiciones laborales en las que los agentes de la Guardia Civil custodian su vivienda en Olías (Toledo) son inaceptables, y sin razón alguna porque el exministro de Defensa apenas utiliza esta residencia. Tampoco un servicio de escolta puede convertirse en un servicio de coche con conductor, con cargo a los Presupuestos del Estado, más aún cuando el cese de la actividad terrorista de ETA ha dejado sin protección personal a cargos y personalidades directamente amenazados de muerte.

El papel de paladín de la ética y la responsabilidad es un arma de doble filo, porque al principio genera muchos elogios, pero luego le siguen las preguntas y hay que tener las respuestas. José Bono ha entrado como elefante en cacharrería y se está tropezando sin parar con preguntas para las que parece que no tiene respuesta.