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Sánchez contra Sánchez

La mejor versión socialista estaba por llegar tras el golpe de Estado. Bienvenida

Mayte Alcaraz

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Si se rasca mucho, con riesgo de dejarse las uñas, algo bueno va a quedar sentado tras la mayor crisis institucional que ha sufrido España desde la transición: la vuelta al consenso constitucional y a la buena educación institucional de Pedro Sánchez . Incapacitado para la etiqueta democrática, el reincidente secretario general del PSOE había dado pruebas evidentes de que el suyo era un caso perdido para la lealtad . Sin retrotraernos ni siquiera al « no es no y qué parte del NO no ha entendido », el jefe de la oposición (por los pelos, de Pablo Iglesias preferentemente) llevaba un camino desbocado hacia la marginalidad política, dejando a Ciudadanos los campos de Castilla para hacer política de Estado junto al Gobierno de la nación.

El periscopio de Sánchez ha virado. Y bien virado está, más allá de la murga que sigue dando con la reforma constitucional en un inoportuno momento que requería declaraciones de amor y no enmiendas a la Carta Magna. Pero tocaron a rebato en Ferraz por la gravedad del desafío histórico e incluso por la propia supervivencia política del partido que más años ha gobernado España, al que sus votantes de Madrid, Guadalajara, Cáceres, Santiago o Almería hubieran sentenciado en las urnas con el mismo sentimiento patriota que han colgado banderas nacionales en sus balcones, si la política de apaciguamiento de Miquel Iceta hubiera ganado.

No ha sido así. E inopinadamente Rajoy ha encontrado en el hombre del «no» , que un día le llamó indecente en sus barbas, a un aliado en la defensa de la legalidad . Glosar como mérito lo que se debería suponer en un dirigente político con expectativas de gobernar un gran país democrático como es España, es ya una declaración jurada de las carencias de nuestro sistema, pero bienvenido sea. Por una vez, desde que conocemos políticamente al líder socialista, ha dejado de mirarse en el retrato de Dorian Gray, para tomar perspectiva ante un problema que no es del PP, sino del Estado.

Decenas de conversaciones telefónicas, media docena de entrevistas públicas y otras tantas discretas e intercambio de documentos entre sus portavoces parlamentarios, han servido para « sintonizar » y olvidar viejas rencillas. Tan lejos ha llegado el buen rollo que se ha oído a Sánchez exculpar a Rajoy y al delegado del Gobierno Enric Millo de la mala gestión del 1 de octubre , de la que el PSOE hace absoluta responsable a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría que, según el líder socialista, se comprometió con el presidente a que los independentistas no pondrían urnas y terminaron colocándolas. De ahí la reprobación parlamentaria que, por el momento, ha quedado en suspenso pero que los socialistas no olvidan ni Margarita Robles se sacó de la manga.

Está bien que Sánchez, como antes Rivera, entienda que para gobernar España hace falta que esa España siga siendo España. De Perogrullo.

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