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Editorial

La obstinación irresponsable persiste

El silencio de los barones críticos con Sánchez demuestra que carecen de fuerza para plantear una rebelión depurativa en el PSOE

Apenas treinta minutos bastaron el lunes a Pedro Sánchez para certificar ante Mariano Rajoy su nula voluntad de aportar estabilidad política a España. Los 85 diputados del PSOE votarán esta semana en contra de la investidura del candidato del PP porque ni Sánchez va a corregir su sectaria irresponsabilidad, ni los dirigentes socialistas críticos con su gestión han sido capaces de plantarle cara. La última excusa de Sánchez para no avalar con la abstención el acuerdo alcanzado entre el PP y Ciudadanos ha sido afirmar que las medidas anticorrupción pactadas son insuficientes. Pero es una burda mentira, un argumento falaz con el que tranquilizar su conciencia porque objetivamente Sánchez va a seguir bloqueando la legislatura. El PSOE incurre en una incoherencia alarmante : cuando en febrero Ciudadanos pactó con Sánchez un paquete de medidas regeneradoras, eran ejemplares; cuando ahora Rivera negocia esas mismas condiciones con el PP, al PSOE no le sirven de nada. A Sánchez le pierden su obsesión por impedir la formación de un gobierno de centro-derecha en España, y la tentación de intentarlo con Podemos para presidir a toda costa un Ejecutivo en precario. Sánchez necesita el fracaso de Rajoy como el oxígeno para emerger después como el candidato alternativo en un momento crítico. El lunes abrió claramente esa puerta.

Sánchez, a su vez, seguirá atado al «no» y, dada la deliberada confusión con la que se manejó ayer, ya no es descartable en absoluto que intente formar gobierno con Podemos

Una vez que el viernes Rajoy haya fracasado -es lo previsible-, solo cabrá la búsqueda de culpables . Y en este caso, será muy difícil hallar a algún otro que no sea Sánchez. En cualquier caso, se abrirá otro escenario diferente e imprevisible. Rajoy ya ha avanzado su intención de intentarlo una segunda vez para presionar al PSOE. Sánchez, a su vez, seguirá atado al «no» y, dada la deliberada confusión con la que se manejó ayer, ya no es descartable en absoluto que intente formar gobierno con Podemos y con una amalgama de partidos separatistas. Cabe una tercera opción previa a la convocatoria de comicios, pero es remota y se diluye por días: que los barones socialistas discrepantes de Sánchez le impongan la abstención. Sin embargo, hoy no es factible. Sus silencios demuestran que de momento carecen de fuerza suficiente para plantear una rebelión y causar un cisma depurativo en el partido. Sánchez se ha limitado a imponer su obcecación personal a una Ejecutiva que diseñó a su medida con meros subalternos, y a un Comité Federal timorato a la hora de abordar la crisis institucional que aqueja a España. Las excusas de Sánchez -la reforma laboral, la ley de educación, la corrupción…- suenan huecas y son peregrinas . «El PSOE siempre estará en la solución», dice mientras niega su deseo de nuevas elecciones. ¿Conclusión? Guarda bazas para intentarlo con Iglesias y con quien acepte sumarse a un cordón sanitario anti-PP, Ciudadanos incluido. La humillación de marzo le pesa demasiado.

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