Hazte premium Hazte premium

Hermann Tertsch

Muerte, miedo y desamparo

Fueron cinco muertos y ocho heridos como balance provisional en el aeropuerto de Fort Lauderdale en Florida y un nuevo caso de desgarro de la seguridad nacional en los últimos días de la presidencia de Barack Obama.

Hermann Tertsch

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Fueron cinco muertos y ocho heridos como balance provisional en el aeropuerto de Fort Lauderdale en Florida y un nuevo caso de desgarro de la seguridad nacional en los últimos días de la presidencia de Barack Obama. Había pasado la una de la tarde cuando un hombre posteriormente identificado como Esteban Santiago comenzó a disparar a la cabeza de personas que tenía cercanas en la zona de recogida de equipajes. El aeropuerto estaba muy concurrido por las fiestas. El individuo vació tres cargadores y después de alejarse lentamente de la escena se echó en el suelo obedeciendo a los gritos de la policía. Pero lejos de concluir la situación de alarma poco después el caos se apoderó del aeropuerto con información de nuevos disparos. Se volvieron a escuchar disparos y muchos cientos de personas salieron huyendo por las pistas del aeropuerto. Algunas fuentes indicaban que el pánico de masas que se creó una hora después de la detención del asesino fue fruto de informaciones erróneas. Pero nadie podía confirmarlo. El despliegue policial y de fuerzas especiales continuó por todas las instalaciones aeroportuarias mientras los miles de pasajeros se refugiaban tras carros y bultos por las pistas de aterrizaje.

Como señal de los tiempos en que entran las sociedades desarrolladas en esta nueva era del terrorismo global, la alarma y el pánico tuvieron un principio con los disparos y la matanza junto a los equipajes, pero no un final. No había manera de ponerle fin porque nadie sabía ni podía anunciar que no hubiera más individuos participando en el atentado. Y pasaron horas. Grupos policiales fuertemente armados llegaban al aeropuerto pero nadie podía abandonarlo. Horas de alarma compartida crearon ayer en Fort Lauderdale esa comunidad forzosa que parecía simbolizar a la sociedad norteamericana o a toda la occidental, acostumbrada a una seguridad que le han arrebatado, una sociedad aterrada y angustiada en un desamparo que le es nuevo y desconocido.

Fueron cinco muertos y ocho heridos como balance provisional en el aeropuerto de Fort Lauderdale en Florida y un nuevo caso de desgarro de la seguridad nacional en los últimos días de la presidencia de Barack Obama. Había pasado la una de la tarde cuando un hombre posteriormente identificado como Esteban Santiago comenzó a disparar a la cabeza de personas que tenía cercanas en la zona de recogida de equipajes. El aeropuerto estaba muy concurrido por las fiestas. El individuo vació tres cargadores y después de alejarse lentamente de la escena se echó en el suelo obedeciendo a los gritos de la policía. Pero lejos de concluir la situación de alarma poco después el caos se apoderó del aeropuerto con información de nuevos disparos. Se volvieron a escuchar disparos y muchos cientos de personas salieron huyendo por las pistas del aeropuerto. Algunas fuentes indicaban que el pánico de masas que se creó una hora después de la detención del asesino fue fruto de informaciones erróneas. Pero nadie podía confirmarlo. El despliegue policial y de fuerzas especiales continuó por todas las instalaciones aeroportuarias mientras los miles de pasajeros se refugiaban tras carros y bultos por las pistas de aterrizaje.

Como señal de los tiempos en que entran las sociedades desarrolladas en esta nueva era del terrorismo global, la alarma y el pánico tuvieron un principio con los disparos y la matanza junto a los equipajes, pero no un final. No había manera de ponerle fin porque nadie sabía ni podía anunciar que no hubiera más individuos participando en el atentado. Y pasaron horas. Grupos policiales fuertemente armados llegaban al aeropuerto pero nadie podía abandonarlo. Horas de alarma compartida crearon ayer en Fort Lauderdale esa comunidad forzosa que parecía simbolizar a la sociedad norteamericana o a toda la occidental, acostumbrada a una seguridad que le han arrebatado, una sociedad aterrada y angustiada en un desamparo que le es nuevo y desconocido.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación