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Un mimo en La Moncloa

Ni la dimisión de un ministro por defraudar a Hacienda, que apenas le ha durado una semana en el cargo, le ha movido a dar alguna explicación de tan abrupto arranque de mandato

Álvaro Martínez

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Es costumbre en La Moncloa que cuando el presidente del Gobierno recibe a un homólogo extranjero ambos ofrezcan una rueda de prensa conjunta. Ayer visitó la sede de la Presidencia el primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar. Y los periodistas se quedaron con las ganas. Dos semanas llevan los corresponsales políticos esperando, desde antes de la moción de censura. Pero no hay manera. Ni la dimisión de un ministro por defraudar a Hacienda, que apenas le ha durado una semana en el cargo, le ha movido a dar alguna explicación de tan abrupto arranque de mandato, a romper un silencio casi cartujano que prolonga incluso más allá de La Moncloa, pues tampoco acudió al primer Pleno celebrado en el Congreso tras su toma de posesión. Mucho periodista en los pasillos... En realidad, el banco azul fue un erial de ministros. Hay 17 y ninguno acudió al comienzo de la sesión (solo tres lo hicieron cuatro horas después del comienzo) exhibiendo la jornada una lustrosa colección de escaños vacíos que quizá ofrece pistas de que lo que vaya a ocurrir en la Cámara no va mucho con ese «Gobierno bonito» respaldado por solo 84 de 350 diputados. Mejor gobernar por decreto, que a ver quién es el Churchill que pone de acuerdo al batiburrillo parlamentario (populistas, proetarras, separatistas y nacionalistas veleta) que lo encumbró.

Sánchez se centra en «los gestos», postureo lo llaman ahora. En eso quizá no haya quien le gane una vez que parece haber optado por convertirse en una especie de mimo de la política al que, por el momento, es imposible sacarle una frase. Fotos, las que quieras; explicaciones, ninguna. Así que la opinión pública tiene que conformarse con la videoteca, que recoge todo lo que dijo que iba a hacer cuando llegara a La Moncloa y de lo que ahora, una vez allí, no dice ni palabra. Con él en el poder, el sol volvería a brillar en España. Pero por ahora, el sanchismo es cine mudo.

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