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Isabel San Sebastián

Maternidad, subrogada o no

O el Gobierno del PP incentiva la natalidad, o sucumbimos antes que después a esta glaciación demográfica

Resulta sorprendente que el congreso del PP haya dedicado mucho más tiempo a debatir sobre la maternidad subrogada (tecnicismo eufemístico empleado para denominar la utilización del vientre de una mujer para gestar, a cambio de dinero, al hijo de otra o de otros) que sobre la maternidad a secas. Sorprendente y a mi modesto entender erróneo, además de injusto, aunque solo sea porque el impacto social de estas dos realidades es infinitamente mayor si despojamos al concepto de apellidos. Dicho de otro modo; hay muchísimas más mujeres deseosas de ser madres y reacias a dar el paso ante los innumerables problemas derivados de cumplir ese anhelo que parejas ansiosas por recurrir a la gestación subrogada como alternativa a la adopción ante la imposibilidad de concebir de forma natural un hijo.

No tengo una posición dogmática ante la cuestión del alquiler de vientres. Me resulta en principio rechazable la idea de contratar el cuerpo de una persona como mera incubadora viviente, aunque por otra parte comprendo la terrible frustración inherente a no poder satisfacer la vocación de ser madre o padre. En mí siempre ha sido tan poderoso ese impulso que no me cuesta demasiado ponerme en la piel de los eventuales «arrendatarios». Dicho lo cual, convertir la maternidad en negocio, que es de lo que se trata, se pongan como se pongan las asociaciones defensoras a ultranza de una práctica cuando menos cuestionable, es dar un paso de gigante en una dirección arriesgada.

Dado lo resbaladizo del terreno y la imposibilidad de alcanzar una postura consensuada, el cónclave del partido de la gaviota ha dejado para mejor ocasión la resolución de este expediente, confiado al estudio de «expertos» sin precisar especialidad. Lo mismo ha hecho con el del aborto, la eutanasia y demás «embolaos» relativos al ámbito de los principios, las convicciones, los valores, la ética. Bastante lluvia caía sobre Madrid como para encima mojarse en asuntos tan espinosos. ¿Para qué? « El que resiste gana ». Esa es la divisa del marianismo, y de todos es sabido que resistencia y ambigüedad van siempre juntas, de la mano.

La ponencia social popular, coordinada por Javier Maroto, ha propiciado por tanto un debate totalmente estéril sobre una cuestión de alcance relativamente minoritario, para acabar dándole carpetazo a fin de no ahuyentar ni un voto. La maternidad sin más, en cambio, la que implica quedarse embarazada, dar a luz, cuidar de la criatura nacida de tu vientre, alimentarla y educarla sin perder derechos fundamentales como la igualdad de trato en el trabajo, la carrera profesional o el tiempo de ocio, no interesa. A las mujeres ya madres y a las que querrían serlo el documento de Maroto les dedica unas pocas migajas en forma de vagas promesas: «Atención psicológica, seguimiento durante la maternidad, políticas que faciliten su acceso y reincorporación al mercado laboral, medidas de conciliación familiar, una mejor y mayor educación sexual y afectiva» (sic) sin concretar cuantías, modalidades precisas, plazos de puesta en marcha de tales políticas o cualquier otro elemento que permita concebir alguna esperanza fundada. Lo cual, considerando que España tiene actualmente una tasa de reproducción inferior al 1,3 por ciento, las mujeres retrasan hasta edades cada vez más avanzadas la decisión del embarazo, y anualmente nacen menos personas de las que mueren, constituye una irresponsabilidad clamorosa. Porque o bien el Gobierno incentiva rápida y eficazmente la natalidad, o sucumbimos antes que después a esta glaciación demográfica. Vamos a paso firme hacia un sombrío geriátrico sin mano de obra en activo que pueda pagar las pensiones.

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