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EDITORIAL ABC

Maduro busca su propio fin

Cada país elige su propio camino en la transición hacia la libertad, pero a Nicolás Maduro le queda solo una semana para convertirse en delincuente por su propia contumacia

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela EFE
ABC .

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La situación en Venezuela no da para más. Nicolás Maduro es un dictador que quiere asirse a un clavo ardiendo y prolongar su precaria situación con un golpe de Estado disfrazado de reforma constitucional, en contra de una voluntad general claramente expresada por la ciudadanía. Esta semana concluye el último plazo que le queda al régimen tiránico de Caracas para impedir su autodescalificación, puesto que la pantomima de la elección constituyente del domingo que viene no tendrá ningún efecto legal ni legítimo. Al contrario, supondrá su deshonra generalizada en toda la comunidad internacional.La excelente Tercera que firmaban ayer los expresidentes de Colombia, Andrés Pastrana, y de Bolivia, Jorge Quiroga, exponía con claridad la crítica situación a la que se encamina el país si no se frenan los perversos planes del chavismo: Venezuela se transformaría en un narcoestado al servicio del «Rasputín» del régimen, el vicepresidente Diosdado Cabello, que tiene vocación de convertirse en una mezcla de Stalin y Pablo Escobar y que utiliza a Nicolás Maduro como una marioneta. El régimen, desesperado, ha utilizado todo tipo de estratagemas, desde incluir en la propaganda electoral a celebridades que se han pronunciado abiertamente en contra de la maniobra constituyente, hasta asegurar que la oposición democrática solo critica el calendario de la convocatoria y no su objetivo perverso. Nada de eso tendrá resultado, porque hay demasiadas vidas que se han sacrificado en las calles de Caracas y de las principales ciudades del país como para imaginar que resulta posible una componenda que permita al tirano permanecer en el poder. La declaración de la cúpula de las Fuerzas Armadas en favor de la dictadura es un dislate que demuestra hasta qué punto el régimen chavista ha construido un entramado tóxico e intolerable, digno de ser comparado con la farsa totalitaria de Corea del Norte. La confrontación institucional, ordenando la detención de los jueces nombrados por la legítima autoridad de la Asamblea Nacional, no hace sino exponer y amplificar la incapacidad de la dictadura para asumir su propia debilidad. Cada país transcurre por su propio camino en la transición hacia la libertad, y a Nicolás Maduro y sus escuálidos batallones de chavistas les queda solo una semana antes de convertirse en delincuentes por su propia contumacia. No podrán nunca decir que no eran conscientes de lo que estaban haciendo, o que actuaban de buena fe. La Asamblea Nacional conserva la legitimidad que Nicolás Maduro perdió hace tiempo, y a ojos de la comunidad internacional cualquier intento de anularla será un crimen. Uno más. y ojalá el último.

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