Vidas ejemplares
Los tentáculos de la cancelación
A este paso, tal vez seremos los últimos que gozan de cierta libertad de expresión
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Iniciar sesiónMumford & Sons son un grupo de neofolk londinense, formado en 2007 por chavales de buenas familias. Empezaron tocando por los pubs y aterrizaron en el estrellato. Winston Marshall, de 33 años, era uno de los fundadores de la banda, donde tocaba el banjo y la ... guitarra. Durante el paréntesis del confinamiento, a Marshall, hijo de un potentado dueño de un fondo de inversión, le dio por leer y subir a Twitter sus opiniones sobre obras que caían en sus manos. Uno de esos libros fue el titulado ‘Unmasked: dentro del plan radical de Antifa para destruir la democracia’, obra de Andy Ngo, un joven periodista estadounidense de ideología conservadora, hijo de refugiados que huyeron de Vietnam en el éxodo de la Boat People. Antifa es un movimiento de ultraizquierda de EE.UU., que se define como «antifascista y antirracista», pero que en la práctica ha armado graves altercados violentos. No he leído la obra de Ngo, pero sí críticas de medios que respeto, que apuntan que abusa de la brocha gorda. Aun así, su denuncia de la entraña siniestra de Antifa sin duda tiene su interés. O al menos eso le pareció al músico Winston Marshall, que subió este tuit elogioso: «Felicidades... Finalmente he tenido tiempo de leer tu importante libro. Eres un hombre valiente». Bastó esa frase para que la llamada subcultura de la cancelación se pusiese en marcha. La izquierda de las redes lo abrasó, con miles y miles de tuits insultantes y llamadas a boicotearlo (a él y a su grupo). Visto el revuelo, Marshall subió una pequeña aclaración, casi una excusa. Entonces fue la derecha la que pasó a insultarlo.
¿Qué ha pasado al final? Pues que el músico ha decidido ser leal a sus ideas. Entre callarse para no perjudicar a su banda o vivir en libertad y acorde a lo que piensa, ha elegido lo segundo y ha dejado el grupo. Lo animó a ello un libro de Alexander Solzhenitsyn titulado ‘Vivir sin mentiras’, donde el bravo disidente que sobrevivió al gulag soviético recomendaba «tener el coraje de defender la propia alma».
La subcultura de la cancelación, la ‘woke culture’ y la corrección política están cercando la libertad de pensamiento y expresión, hasta el punto de que a veces te preguntas si no seremos la última generación que disfrute de ellas de manera más o menos plena. El gallinero de las redes sociales, que por ejemplo jamás se escandaliza por la manera en que China lamina los derechos humanos y aspira a imponer al mundo su atroz modelo, prohíbe expresarse y casi existir a aquellas personas que se atreven a cuestionar mantras ideológicos de la izquierda progresista (le pasó a J. K. Rowling, la maga de Harry Potter, por una observación de elemental sentido común en relación a cierta histeria con lo trans). En España también se palpa el fenómeno. Se percibe estos días en la manera en que el Gobierno y su perímetro mediático intentan cancelar bajo la etiqueta de «rencorosos», «vengativos» y hasta «fascistas» a unos españoles que no reclaman más que el respeto a las leyes que nos obligan a todos.
Hay que resistir. Plantarse. Vivir sin mentiras.
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