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David Gistau - Llucia ácida

El insulto

Llevo toda la mañana intentando imaginarme a los tipos que frecuento en los gimnasios de boxeo llamándose unos a otros chisgarabís

David Gistau

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Leí un titular acerca del enojo que tiene Pedro Sánchez por algo que Rajoy lo llamó. Entré a leer la noticia convencido de que me encontraría con un exabrupto terrible, con un insulto intolerable después del cual, como diría Alatriste, «no queda sino batirse». Y repito lo de batirse porque considero que el sentido del honor se abarató desde que las querellas sustituyeron los duelos. Qué desahogo supondría para el atasco de la Justicia y qué distintos serían los programas del corazón si sus tramas tuvieran como desenlace una referencia, no a «mis abogados», sino a «mis padrinos» y el sable. Hay un pasaje muy hermoso en «Los detectives salvajes» de Bolaño imbuido de esta nostalgia por el duelo con la que Menotti zanjaba a veces las ruedas de prensa cuando era entrenador de Independiente: «Esto no me lo diría usted si pudiéramos batirnos en duelo».

Como decía, busqué en la noticia la palabrota con la que Rajoy habría difamado a Sánchez y me encontré con que sólo le dijo «chisgarabís». Llevo toda la mañana intentando imaginarme a los tipos que frecuento en los gimnasios de boxeo llamándose unos a otros chisgarabís y enfureciendo por ello. Me pregunto cómo sería el mundo, mejor o peor, si los conductores enojados por la pirula de un taxista, al bajar la ventanilla, gritaran «¡chisgarabís!» y no esas groserías tremendas que, según quiso Cela, asombraron por su escatalogía al propio Pascual Duarte durante sus primeras horas en Madrid. Hombre, Sánchez, usted tiene derecho a ser todo lo suspicaz que quiera, pero admita que en su carrera y en su vida le han dicho cosas peores que chisgarabís. Seguro que en una cancha de baloncesto no, porque en ese deporte de universitarios y finolis es probable que se puteen en la zona diciéndose cosas como «¡lacaniano!». (Es broma, que ya percibo a los baloncestistas mientras me reclaman su propio orgullo gueto).

Lo que en realidad sugiere el supuesto insulto elegido es que con la jubilación de Rajoy, algún día, sucederá como con la extinción del último individuo de una tribu amazónica: perderemos todo un lenguaje, todo un acervo de expresiones que nos llenan de una nostalgia proustiana porque evocan el modo de hablar de cuando nuestros abuelos eran jóvenes y nos decían: «No me seas chisgarabís». ¿Qué otro político actual hace referencias en el Parlamento a cosas como el bálsamo de Fierabrás o los toros de Guisando? ¿Cuál otro mantiene vigente la conexión cultural con los oradores petrificados como bustos en los pasillos del congreso? Después de Rajoy, ya sólo nos quedarán los políticos/tuiteros de la nueva política: concisos, tuteadores, coloquiales, propietarios de un vocabulario que no trasciende las pobrezas de su propio tiempo ni esos conceptos igualitarios que tratan de abolir hasta el mérito ortográfico.

Bien pensado, creo que Sánchez se ha enfadado porque no sabe qué significa chisgarabís y, ante la duda, ha recurrido al españolísimo «tu padre por si acaso».

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