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Gabriel Albiac

Iñigo en la Lubianka

Al sumiso Errejón va a liquidarlo el Macho Alfa

Gabriel Albiac

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Aparenta ser menos ignorante que su rival Iglesias . Nunca se sabe. Tal vez le sea aún posible a Íñigo Errejón encerrarse en su biblioteca –si la tiene– con los clásicos. Los clásicos de esta fábrica formidable de muerte que ha sido el siglo XX. Y hacerse una idea clara de lo que le aguarda.

Yo, en su lugar, empezaría por un texto del año 1924. No es que sea precisamente una joya de la mejor literatura. Mas, en cuanto a claridad, pocos le ganan. También de la escritura abyecta se pueden sacar lecciones. También de la asesina. Josif Vissariónovich Dzhugashvili , Stalin para los camaradas: " El Partido se fortalece depurándose ". No es, aunque lo parezca, una simple boutade. Es una norma organizativa eficacísima. Y fortaleció, vaya si fortaleció, al que llamaban entonces " Padrecito ", un poco a la manera en que al ejecutor de ahora llaman –con más vulgaridad, pero así son los tiempos populistas– " Macho Alfa ".

Era 1924 y lo peor estaba por llegar. Pero la regla del juego quedaba establecida. Nadie ha encerrado mejor aquella regla en el relámpago de una metáfora de lo que lo hiciera Arthur Koestler en su novela de 1940 El cero y el infinito. En orden didáctico, debiera ser la segunda lectura del depurado Errejón: Rubachof, penúltimo bolchevique vivo , se enfrenta al camarada interrogador en los sótanos de la GPU, de los cuales sabe que no saldrá vivo. Frente a él, en la pared, a espaldas del sicario, percibe el rectángulo de polvo que bordea el lugar, ahora vacío, en donde hubo una foto. La recuerda. Él estaba en ella. Él y todo el comité insurreccional de Petrogrado. Quedan sólo dos vivos. Él va a morir. Y el otro será Dios. Acepta. Como el Bujarin en cuyo resignarse a lo peor está inspirado el personaje de Koestler: " Camaradas, en la bandera que llevaréis hasta la victoria final, hay una gota de mi sangre ". Y de la de otros veinte millones.

1924: "La lucha implacable contra los pequeñoburgueses, su expulsión del Partido, es la condición previa para luchar con éxito". Los métodos no cuentan más que por su eficacia. Rubachof recuerda cómo él mismo realizó la entrega a la Gestapo berlinesa del último joven dirigente comunista que dudaba acerca del pacto germano-soviético. Y sabe lo que viene ahora. Él es el postrer obstáculo. No bastará con sacrificarlo. Deberá ser envilecido. Y deberá aceptarlo. Cargará con el peso de sus errores y perversidades, antes de recibir su benévola bala en la nuca.

1938: puede que Rubachof, en esos últimos minutos en los que, ya trocado en un traidor repugnante, baja por las oscuras escaleras que lo llevan a su cita con la muerte, haya lamentado que su asesinato no se produjera, al menos, en el campo de batalla. Como el de otros. No le fue eso concedido. 2017: al sumiso Errejón va a liquidarlo el Macho Alfa, mandándolo a hacerse trizas en un choque sin más destino que el ridículo . Ante la atenta clientela. Después de eso, la nada. No hay sorpresa. Todo está en la biblioteca. Todo. También, el placer de morir siervo.

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