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Gabriel Albiac

De héroes y pícaros

Hay grandes sacerdotes de la muerte. Y hay pícaros mezquinos. Los de la Generalidad: “Señor juez, yo no hice nada”»

Gabriel Albiac

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Hay grandes sacerdotes de la muerte. En política. Y hay pícaros mezquinos. No son de la misma especie. Aunque pueden hibridarse.

El Conde de Mirabeau fue un corrupto. Grandioso. Cobró de los fondos secretos de Luis XVI, como agente de una corona a ... la cual traicionó con displicencia. Pero, en aquel 23 de junio de 1789 en que la guardia real ordena a los diputados reunidos en el Hôtel des Menus Plaisirs que se disuelvan, el gran señor se sobrepone al corrupto y lo transfigura en héroe. A Dreux-Brézé, que transmite la orden, replica un Mirabeau imponente. Acta de sesiones: «Ya hemos oído, señor, las intenciones que han sido atribuidas al rey; y vos, que no sois órgano ante los Estados Generales , vos que aquí no tenéis lugar ni voz, ni derecho a hablar, no tenéis entidad para recordarnos su discurso. No obstante, para evitar todo equívoco y toda pérdida de tiempo, os declaro que, si habéis sido encargado de sacarnos de aquí, habréis de dar la orden de emplear las bayonetas; porque sólo por la fuerza de las bayonetas se nos sacará de nuestro puesto». Dreux-Brezé abandonó la sala caminando de espaldas, como se hace ante los reyes. Rendía homenaje -anotará Michelet- al nacimiento de un nuevo soberano.

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