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Mayte Alcaraz

Lo que había bajo el burka

Este miércoles se inmoló la primera terrorista en Europa

Mayte Alcaraz

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Me dirijo a ti, mujer de nacionalidad española que, aunque con dificultades, disfrutas de la vida acomodada que una nación europea como España te proporciona. A ti que cursaste una carrera en aulas que mayoritariamente tenían nombre de mujer; o a ti que compartes trabajo con compañeros que aporrean el ordenador para acabar el proyecto que ha pedido una jefa; o a ti, que acudes cada mañana al súper como reponedora de lácteos junto a empleados varones a los que la empresa impone los mismos deberes y otorga los mismos recortados derechos sin distinción de sexos; o a ti que conduces un vehículo que pagas a plazos, o a ti que solo permites que un hombre, Amancio Ortega, decida cómo te vistes; o a ti que optaste por divorciarte cuando dijiste ya no aguanto más. A ti mujer que, con la mejor de las voluntades, cada domingo te sumas a las mareas blancas, verdes o rojas contra las oligarquías, el sometimiento al hombre y la política imperialista de Estados Unidos. A ti te propongo cuatro nombres: Muriel, Jihad, Haylah y Sayida.

Ellas o alguien como ellas seguro que se han cruzado contigo en el supermercado, o se han sentado a tu lado en el cine, o han hecho cola en el autobús en el que vuelves a casa. Ellas no trabajaban y desde luego, menos con hombres; ellas iban tapadas de pies a cabeza; ellas no podían ni sabían conducir; ellas no tenían derecho de maternidad ni de enfermedad ni se vestían con una falda de Zara. Ellas son las cuatro únicas mujeres, junto a la suicida asesina de ayer en Saint-Denis, que han «revertido» el papel gregario que la yihad reserva a la mujer: criar a los hijos y proveer al varón de hogar y alimento. Ahora se han revuelto pero no, como cabía esperar, contra sus verdugos, sino contra ti y contra mi.

Es verdad que nunca te importó lo que había bajo su burka; las ignoraste cuando las lapidaban, les cortaban las manos por adúlteras o quemaban sus caras con ácido. El enemigo siempre era otro: la derecha, el gobierno, un alcalde del PP bocazas, la Unión Europea, los banqueros, Merkel o la Monarquía. Mientras tú no decías ni pío, ellas cuatro, junto a Hasna Aitboulahcen, la terrorista de 25 años que ayer se suicidó antes de poder culminar sus planes criminales en el barrio financiero de París y en el aeropuerto Charles De Gaulle, se hicieron hombres, que en la yihad es como decir que se hicieron malas. Ante tu indiferencia dejaron de ser meras esclavas de sus padres, sus maridos o sus hermanos o accidentes de la naturaleza destinados a parir soldados contra Occidente para transformarse en criminales. No cambiaron de vida para ser como tú o como yo, ciudadanas libres y plenas de derechos en una de las naciones más importantes de Europa. No.

Muriel, Jihad, Haylah, Sayida y ayer Hasna se hicieron asesinas. Mientras tú decías respetar todas las culturas y atizabas a la imperfecta democracia occidental, debajo del burka había un cinturón lleno de explosivos.

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