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Gobierno de diseño

El éxito profesional no garantiza el éxito político

José María Carrascal

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La idea me vino al leer en «Mujer Hoy» el reportaje sobre la productora televisiva Bambú y sus diez años de éxito: «Un plantel de jóvenes y veteranos», «Personalidades a medida», «Las mujeres siempre presentes». « ¡Diablos, me dije, si esta es la fórmula de Pedro Sánchez para formar gobierno! ». Mujeres a porrillo, novatos y profesionales, celebrities que den brillo al conjunto. Que estén preparados no importa. Lo importante es que sean famosos, que la gente quiera hacerse un selfie con ellas y ellos.

Desde esta perspectiva, la última causa de que Màxim Huerta haya batido el récord de brevedad en un Ministerio no han sido sus problemas con Hacienda, resueltos hace tiempo, como que odiara los deportes no impidió que le pusieran al frente de ellos. Lo que le dio la cartera fue ser un novelista premiado, un hombre de la tele, conocido del gran público, entre el que se movía a sus anchas. Era lo que se buscaba, la fama, la popularidad, para tranquilizar a una opinión desasosegada por los escándalos. Que fuera el idóneo para el cargo no importaba. Lo importante era que fuese a la Feria del Libro, que atrajera más atención y cámaras que los mejores escritores y que se acercase a París a compartir con Nadal la gloria de ganar el Roland Garros . ¿Quién pensaba en regularizaciones fiscales de hace un montón de años?

Lo malo es que los planes mejor preparados, sobre todo los que intentan engañar a la realidad, suelen tener fallos garrafales, como ha sucedido en este caso. Pedro Sánchez no ha hecho un gabinete para gobernar, sino para deslumbrar, ganar tiempo, a ver si la política española se tranquiliza, sube en las encuestas, convoca elecciones y las gana. Se nota la mano del asesor de imagen. Y hay que comprender su situación: tiene que gobernar con una escuálida minoría en el Congreso, con mayoría absoluta del PP en el Senado, con el presupuesto de Rajoy y con el marcaje estricto de quienes le hicieron presidente. ¿Tiene algo de extraño que eche mano de los golpes de efecto para ocultar que no tiene programa ni proyecto, es decir, para hacer que gobierna sin gobernar? ¿Y de que ocurran episodios como éste?

¿Va a ser el último? Me temo que no. Si las mentiras tienen las patas cortas, las trampas terminan por descubrirse. Ese gabinete de diseño lo es también de personalidades que pueden, o no, prestarse al juego. ¿Qué va a hacer Grande-Marlaska cuando tenga que decidir sobre el traslado de los nacionalistas catalanes presos a sus cárceles? ¿Y Borrell, ante la reapertura de las «embajadas» de la Generalitat? ¿Y Nadia Calviño, ante el dispararse del gasto público tras haberlo controlado desde Bruselas? Imagino que algunos y algunas cederán a la razón política, otras y otros, a la de Estado. Pero el conflicto, tanto personal como gubernamental, está servido. Y es que, como les dije en mi primer comentario sobre este gabinete de diseño, el éxito profesional no garantiza el éxito político. A las verdaderas personalidades el segundo les resulta incluso una rémora. A las carentes de personalidad, les chifla.

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