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Falsa alarma

Parece que la Monarquía va a superar el responso fúnebre del tertulianismo rosa

Luis Ventoso

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Hace una semana, la Reina Letizia, de 45 años, se giró en el pasillo de la catedral de Palma para decirle a su suegra, de 79, que no se hiciese allí una foto con sus nietas, que era mejor una imagen de toda la familia posando juntos a la salida del templo. Ese recado se lo transmitió con un gesto demasiado tenso e imperativo, grabado por una cámara indiscreta, que también sorprendió a la Princesa Leonor apartando la mano de su abuela de sus hombros. Con tal material, contenido en un vídeo mudo de unos once segundos, buena parte de España, capitaneada por un tertulianismo rosa fuera de sí, extrajo las siguientes conclusiones: después de este «escándalo» a la Monarquía le quedan dos telediarios; la Reina Letizia es más malvada que la Reina Grimhilde, la madrastra de Blancanieves, y desde luego le cae grande el cargo; la Reina Sofía debería ser proclamada santa súbita y canonizada ya. En la cola de la pescadería de un Ahorramás pude asistir la semana pasada al contrito intercambio de pareceres de tres abuelas, desoladas por «cómo ha tratado a la Reina Sofía». Una vez más, los españoles habíamos sacado de quicio un chascarrillo, convirtiendo una anécdota en categoría. Un gesto inapropiado fue traducido como una tremebunda crisis de la Monarquía española.

Pero parece que la institución superará el responso fúnebre que le oficiaron la semana pasada el tertulianismo y las redes sociales. «Si una mala cara es el fin del mundo, pues habrá que contraprogramar con doble sesión de buenrollismo», se habrá dicho alguien en la Casa Real este fin de semana. Y eso es lo que han hecho. El sábado la Reina Letizia le abrió la puerta del coche a su suegra y ambas caminaron juntas y sonrientes. Ayer, la abuela viajó con sus nietas en el asiento trasero del vehículo, con el Rey Felipe al volante y su mujer a su lado. Al llegar al hospital donde se recupera el Rey Juan Carlos, la Reina Sofía posó sola con sus nietas, con evidente cordialidad de las partes implicadas. «Todo está bien», declaró Felipe VI, zanjando así la presunta semana horribilis de la Monarquía que tanto ha amenizado al país.

Un brevísimo repaso de algunos grandes éxitos de la asentadísima Monarquía británica: un Rey filonazi obligado a abdicar porque chochea por una divorciada americana, liada a la par con el embajador alemán en Londres; el Duque de Edimburgo que se va a dar la vuelta al mundo en barco recién casado, deja a Isabel plantada en Buckingham y se corre una jarana planetaria; las grabaciones picaronas del Príncipe de Gales con Camilla mientras estaba casado con Diana; las aventuras adúltero-ecuestres de Lady Di; las fiestecillas de Harry, disfrazado de nazi en un sarao o sorprendido de jarana con una «stripper» de Las Vegas; las excentricidades de Charles, al que acusan incluso de viajar con su propio inodoro; los abusos de Andrés, pegándose la vida padre a costa de los contribuyentes... En realidad a lo de España le queda bien el título de aquel viejo disco de Supertramp: «¿Crisis? ¿Qué crisis?».

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