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Edurne Uriarte

El envejecimiento de C'S y Podemos

Su organización es exactamente igual a la de los partidos más antiguos del mundo

Edurne Uriarte

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La velocidad del envejecimiento organizativo de C’s y Podemos me ha sorprendido incluso a mí, a pesar de lo fuerte que era mi convencimiento sobre sus nulas posibilidades de una nueva política en organización partidista, aquel cuento tan popular de que ellos tenían fórmulas milagrosas para la transformación interna de los partidos políticos, la promesa de una nueva era de participación masiva de ciudadanos entusiasmados combinada con la renovación constante de los líderes y la eficacia en la toma de decisiones.

Por supuesto, les ha bastado la incorporación a un poder político relevante, el Parlamento nacional y algunas CC.AA., para poner de manifiesto que su organización es exactamente igual a la de los partidos más antiguos del mundo, entre los que están dos españoles como son el PSOE y el PNV . Y que su nueva política en términos de funcionamiento interno es completamente inexistente. Algo que no es malo, simplemente inevitable, si cualquiera de ambos partidos pretende tener un futuro exitoso en la política española. Lo que me asombra es la capacidad de seducción que han tenido para convencer a una significativa parte de los españoles, incluidos renombrados intelectuales, de que existía una fórmula de organización partidista diferente a la de los partidos tradicionales, jamás empleada con éxito en ningún lugar del planeta pero que estos dos partidos habrían inventado para España.

Es lo que tiene el populismo , su acusada indiferencia a la realidad y a los hechos. La combinación de lo anterior con la ignorancia política da lugar a esa creencia de que es posible un partido eficaz sin jerarquías, sin líderes claros y con vocación de continuidad, sin disciplina interna y con una permanente consulta a las bases sobre cada decisión interna. En lugar de eso tenemos a dos líderes, Pablo Iglesias y Albert Rivera , empeñados en perpetuarse al frente de sus partidos las décadas que hagan falta y maniobrando para reforzar su control de todas las estructuras de sus partidos. Y dos congresos en perspectiva para los que los miembros relevantes de uno y otro partido conspiran con las tácticas habituales para reforzar sus posiciones, y, en algún caso, para intentar tumbar al líder. No les falta un solo atributo de los viejos rasgos, incluido el peor de todos y el de más urgente cambio, esa dificultad de las mujeres para mandar de verdad en las primeras posiciones y esa irritante imagen de secundarias de lujo a la vera del gran líder.

No hay que descartar, sin embargo, que el cuento de la nueva política tenga aún cierto recorrido propagandístico. En eso sí que han superado a los partidos tradicionales, en eficacia comunicativa. Intentarán mantener viva la creencia de que han inventado formas más democráticas de decisión interna, por mucho que les contradigan los hechos. Y serán la fortaleza interna y la electoral las que evitarán, por ejemplo, que el PP imite las mismas tentaciones autodisolutivas de la derecha francesa con esas primarias abiertas a todos los ciudadanos, incluidos los votantes de la izquierda, que constituyen un perfecto argumento para que los afiliados, los que de verdad participan, abandonen ese partido político.

Pero hay una consecuencia negativa, en esta propaganda de la nueva política, que es inevitable. La continuación del deterioro de la imagen de la política y de los políticos, con promesas de modelos organizativos inexistentes que ni Podemos ni C´s van a poner en práctica en sus próximos congresos. Ni en ningún otro lugar.

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